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aquel escrito? El Marqués Fassati, en cuanto leyó
el nombre de Angel Savio, cayó en seguida en la
cuenta de quien era; pero, como hombre prudente,
no soltó prenda, sino que fue a visitar a don
Bosco. Quejósele del atrevimiento de Angel Savio,
le hizo notar que era digno de censura tratar al
Soberano con tanta insolencia y que, en
consecuencia, aquel joven merecía una buena
reprensión. Don Bosco escuchó las vivas
recriminaciones del Marqués, su buen amigo; pero
no aprobó la sugerencia de reprender al autor del
escrito, y le respondió:
<<-En determinados casos, no se puede ni se
debe ocultar la verdad. Más aún, el joven Savio ha
hecho muy bien. Su escrito no es una falta de
respeto a la augusta persona del Rey, sino que más
bien indica el amor que profesa a la familia
real>>.
El Marqués salió poco satisfecho de su visita;
no preveía los acontecimientos que estaban a punto
de suceder ni cómo aquella ley era el doloroso
principio. Mientras tanto creyóse en la corte, por
el momento, que el sugeridor o autor del escrito
fuese el canónigo ((**It5.175**))
Anglesio, Superior de la Pequeña Casa de la Divina
Providencia, porque iba repitiendo a familiares,
médicos y otras personalidades de la ciudad:
-A la chita callando, vamos a ir viendo cómo se
eclipsan ciertas estrellas y el éxito que
obtendrán determinadas picardías.
Pero pronto surgió la sospecha de la
procedencia de aquel aviso, sospecha que
rápidamente se convirtió en certeza.
Mas, si don Bosco entendía, en primer lugar,
defender los derechos del Señor, deseaba, al mismo
tiempo, demostrar su afecto y reconocimiento a la
Casa de Saboya, de la que sus muchachos habían
recibido muchos beneficios. Sobre todo las reinas
María Teresa y María Adelaida eran ángeles de
caridad para los pobres. María Teresa, viuda de
Carlos Alberto y madre del rey Víctor Manuel II,
enviaba a menudo a don Bosco cuantiosas limosnas,
bien por medio del teólogo Roberto Murialdo, bien
por medio del caballero Sangiusto. Una vez mandó
al Oratorio nada menos que mil liras en sufragio
del alma de su augusto esposo. En otra ocasión,
encontrándose don Bosco en un grave aprieto, le
escribió pidiéndole una ayuda, y la santa señora
le enviaba al día siguiente temprano otras mil
liras. En diversas ocasiones fue el ángel
providencial del Oratorio. Envió su último
obsequio a fines de 1854. Reproducimos la carta
que hace referencia al mismo.
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