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religioso respeto y como en un ambiente de
paraíso. íQué bien sabía él inspirar con pocas
palabras un amor ardiente a la castidad!>>.
Hay que añadir que nunca se le vio usar con sus
muchachos ciertas caricias que otros usan
honestamente. Como premio o signo de benevolencia,
se limitaba a poner un instante la mano sobre la
cabeza, sobre el hombro o en la mejilla, rozándola
apenas con la punta de los dedos.
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Hay que notar que, cuando un alumno iba a
hablar a solas con él, en su aposento, lo trataba
con un recato todavía mayor; aunque siempre
afectuoso en sus palabras, no se permitía ninguna
de las muestras dichas, ni aún mínimas, de
familiaridad.
Desde el principio hasta su último respiro
continuó don Bosco con su actitud prudente,
ingenua y santa, infundiendo amor a la ((**It5.169**)) pureza
y, por lo mismo, a la virginidad en sus muchachos.
Aunque éstos fueran un conjunto de gente diversa y
de toda condición y origen, quedaron tan prendados
de ella, y la tenían en tal estima, que el fulgor
de tan bella virtud brillaba de un modo singular
en la mayor parte de ellos. Se manifestaba en sus
palabras, en su mirada y en el mismo porte de su
persona. Es indecible el horror que sentían por el
pecado.
De ahí aquella hondura de piedad amada, sólida
y verdadera que era la característica del
Oratorio: una piedad casi superior a su edad e
increíble para los profanos. Nosotros lo hemos
visto mil veces en la iglesia: su rostro
presentaba siempre un aspecto tan amable que
encantaba, y tenía su mirada tal fuego de
inestimable candor que no hay pluma capaz de
describirlo. Es el reflejo del rostro del Señor:
Beati mundo corde quoniam ipsi Deum videbunt,
(bienaventurados los limpios de corazón porque
ellos verán a Dios).
Algunos de estos muchachos eran llevados por
don Bosco, sin que ellos lo supieran, a ciertas
familias nobles de la ciudad para edificación de
sus hijos, y, a veces, con idéntico fin, había
señores y nobles de Turín que llevaban a sus hijos
a las funciones del Oratorio.
La causa de la gran caridad y pureza de
aquellos jóvenes nos la hizo notar un excelente y
veterano profesor, que fue alumno del Oratorio:
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