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Por eso procuraba que las señoras jóvenes no
fueran a consultarle en el Oratorio, y fijaba
otros sitios para el encuentro por ellas pedido.
Tenemos prueba cierta de ello en varias de sus
cartas, entre las cuales, la siguiente, fechada en
Turín el 13 de julio de 1854.
Señora condesita:
Llegué a San Francisco cuando ya no tenía
tiempo de avisarla. Tenga la bondad de decir a su
mamá que mañana, de las tres a las cinco de la
tarde, estaré en la Residencia Sacerdotal, y no
tendrán más que hacerme llamar por el portero.
Dios la bendiga para que, practicando la
virtud, pueda ser el consuelo de sus óptimos
padres.
Afmo.
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It5.166**)) Era
rigurosísimo cuando le pedían consejo acerca de la
vocación eclesiástica; solía decir que no se
aconsejase o permitiese acceder a las sagradas
órdenes a quienes no estuvieran seguros en la
práctica de la virtud angélica.
Para animar a los clérigos a atender con cariño
a los muchachos, les proponía el ejemplo de
Nuestro Señor Jesucristo; pero por miedo a que
alguno no supiera interpretarlo bien, no citaba en
público y por entero o sin comentarios los pasajes
del Evangelio en los que se dice que el divino
Salvador abrazaba a los niños, porque, añadía él,
lo que Dios hacía, no podían hacerlo ellos sin
peligro. Recomendaba sin cesar la vigilancia
continua y que apartaran de las manos y de la
vista de los muchachos todo lo que pudiera
provocar en ellos curiosidad malsana o enseñarles
algo de malicia, y les decía:
-No lo olvidéis: De moribus! (ímoralidad!), eso
es todo; salvad la moralidad. Aguantad todo, la
ligereza, el descaro, los descuidos, pero nunca la
ofensa a Dios y sobre todo el pecado contra la
pureza. Siempre en guardia sobre ello, y prestad
mucha atención a los muchachos que se os han
confiado.
Y he aquí a don Bosco mismo en medio de sus
niños, como maestro y modelo en obras y palabras
para sus sacerdotes, sus clérigos y todos sus
coadjutores; he aquí brillar su pureza de forma
tan rigurosa, delicada y pública, que nunca dio
ocasión a la más leve sospecha. Su cariño con los
niños, y especialmente con los más pobres y
abandonados, como los más necesitados de sus
cuidados, por hallarse en mayor peligro de
perderse, siempre fue ternísimo, grande y fuerte,
pero espiritual y verdaderamente casto. Aunque
procuraba
(**Es5.128**))
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