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Yavéh). 1 Preguntábale luego la traducción, que
comentaba a continuación, exhortando a una gran
confianza en la Madre Celestial, y asegurando que
se conseguirían todas las gracias que se pudieran
necesitar.
Recomendaba a los muchachos externos del
Oratorio festivo que rezasen todos los días la
tercera parte del rosario y que, antes de dejarlo,
por falta de tiempo, lo rezasen a trozos, aún
durante el trabajo o bien al ir y volver de las
fábricas. Aseguraba que el santo rosario es un
medio maravilloso para conservar la virtud de la
pureza y defenderse contra las asechanzas del
demonio.
Era, por otra parte, el apóstol de todas las
prácticas piadosas que sabía agradaban a la gran
Madre de Dios. En muchas parroquias del Piamonte
introdujo los tres gloria patri después del
angelus, que entonces generalmente no se rezaban,
porque se enteró de que una piadosa persona había
sabido por revelación, que era muy del agrado de
la Santísima Virgen. Además, empezaba, proseguía y
terminaba todas sus obras invocándola, y cuando
enviaba cartas circulares procuraba que salieran
con la fecha ((**It5.155**)) de una
de sus fiestas, y a veces prorrogó su expedición
por varias semanas para que llevaran tal fecha. Lo
mismo hacía cuando debía empezar un trabajo o
celebrar una reunión solemne con sus
colaboradores. Atribuía todo a la Santísima
Virgen, e iba repitiendo en pláticas y
conferencias que todo lo que hacían el Oratorio y
la Congregación se debía a la bondad de María. No
realizó nada importante en su vida sin antes poner
bajo su protección todos sus planes.
Su invocación más familiar era ésta: Maria,
Mater gratiae, dulcis parens clementiae, tu nos ab
hoste protege, et mortis hora suscipe.
(María, madre de gracia, dulce madre de
misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos
en la hora de la muerte). Y María le libraba de
todos sus apuros.
<>, repetía a
menudo. Era evidente que don Bosco conseguía
infinidad de gracias por intercesión de María,
para sí y para sus muchachos y para las personas
que, a través suyo, se encomendaban a ella.
Comentaban los muchachos:
-Don Bosco debe tener muy buenas relaciones con
la Santísima Virgen, porque Ella le concede muchas
gracias.
Y las gentes estaban convencidas de que la
Virgen no le negaba nada de cuanto le pedía. Su fe
ilimitada era más viva cada día, sobre todo junto
al lecho de los enfermos, para los que conseguía
curaciones
1 Prov. VIII, 34-35.
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