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Acabamos de indicar que el cólera había entrado en
la habitación de don Bosco: hay que añadir que
hasta le atacó.
Ya hemos dicho cómo él había pedido al Señor
que, si la enfermedad debía apresar a alguno de
sus muchachos, se ofrecía él como víctima en su
lugar. Y fue puesto a prueba. En efecto, contó
mamá Margarita a don Juan Bonetti que una noche de
aquella semana, en la que el cólera comenzaba sus
estragos, después de un día de trabajo excesivo,
don Bosco se acostó y se adormeció. Pero no tardó
en despertarse; sentía gran debilidad general,
después frío y calambres en los pies y en las
piernas. Le daba vueltas la cabeza, síntomas de
vómito le revolvían el estómago; sentía, en fin,
los signos precursores del gran enemigo. Se sentó
en la cama. >>Qué hacer? Tomó la campanilla para
llamar a la gente, pero no la agitó. Tenía miedo
de asustar a los muchachos si pedía socorro.
Empezó a encomendarse a María Santísima, echándose
en manos del Señor, y se prestó a sí mismo los
cuidados que dispensaba a los coléricos. Así que,
sosteniendo con ambas manos la manta y la sábana,
empezó a frotarse un pie contra otro y a agitar
pies y piernas en la cama con tanta fuerza que, al
cuarto de hora, agotado y molido de cansancio,
todo su cuerpo sudaba copiosamente. En aquel
estado se durmió y se despertó por la mañana sin
malestar alguno. Fue el único caso de cólera que
hubo en casa, ocasionado, sin duda, por la caridad
con sus muchachos y sobre todo por un motivo muy
superior, inspirado por el sentimiento de viva fe
por el triunfo de la Iglesia y de la Santísima
Virgen. Nosotros, basándonos en ciertas palabras y
escritos suyos ((**It5.151**)) tenemos
razones más que suficientes para estar convencidos
de que don Bosco había ofrecido generosamente su
vida a Dios para alcanzar que aquel año se
proclamara el dogma de la Inmaculada Concepción de
la bienaventurada Virgen María. Y es también un
hecho cierto que recordó con mucho encomio a
personas que habían hecho el mismo voto en el año
1854. Por eso creemos que el mal que le agarró,
fue una prueba de que el Señor había aceptado su
sacrificio, y su curación fue efecto de la bondad
de María Santísima.
Una vez pasado totalmente el peligro en la
ciudad y en sus alrededores, quiso don Bosco que
sus muchachos dieran sentidas gracias al Señor por
haberlos librado tan amorosamente. Fijó para ello
el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada
Concepción de la Santísima Virgen, el mismo día en
que lo proclamaba solemnemente dogma de fe el
inmortal Pontífice Pío IX en la Basílica Vaticana,
rodeado de doscientos Cardenales, Patriarcas,
Arzobispos y Obispos, que habían acudido desde los
más apartados lugares del mundo. Por
(**Es5.117**))
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