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Y aquí repetía las patrañas inventadas por sus
correligionarios y aludía a herejes antiguos que
nada tuvieron de común con los reformadores del
siglo XVI
Don Bosco desbarataba estos errores y le
convencía con mucha facilidad, por cuanto De
Sanctis conocía la Historia Eclesiástica. Y
concluyó:
-Así pues, vuestra secta o iglesia fue
invisible durante mil quinientos años, y por
consiguiente le falta el carácter evangélico; por
tanto íno es la verdadera!
Los muchachos del Oratorio se acercaban a veces
con cautela a la ventana para oír alguna palabra
de la controversia y luego repetían bromeando
entre sí:
-Dígame, déme el nombre de uno sólo, íun solo
nombre!
De Sanctis quedó convencido de sus errores,
pero ni hablar de convertirse. Precisamente por
entonces había escrito a don Bosco el teólogo
Marengo: <>. A pesar de todo, algún ((**It5.145**)) bien se
sacó de aquellas entrevistas. La generosa actitud
de don Bosco con un adversario tan famoso, caído
en desgracia, pareció calmar las iras enemigas
contra él. En efecto, desde aquella fecha los
herejes dejaron sus violencias, y se limitaron a
las inocentes armas de la polémica.
Don Bosco, sin embargo, no renunció a su empeño
de convertir al pobre De Sanctis, y al año
siguiente le mandó esta carta:
20 de mayo de 1855
Queridísimo Señor:
Deseaba yo que nuestra amistad no se quedara en
palabras, y esperaba una ocasión para manifestarla
con hechos. Además, me parece descubrir en sus
palabras y en sus escritos, que su muy apreciada
Señoría no está muy tranquilo, por lo que
aguardaba una circunstancia propicia para poder
expresarle mis vivas preocupaciones por su eterna
salvación y para que usted, ya que me brindó su
amistad, me confiare, de tú a tú, sus esperanzas y
temores. No para reñir, lo que nunca debe suceder
entre amigos, sino más bien para reflexionar y
descubrir la verdad, es por lo que yo deseaba
volver a verle.
Ahora le confieso con franqueza que deseo, y lo
deseo de todo corazón, la eterna salvación del
alma de V.S. y que estoy decidido a ayudarle a
costa de cualquier sacrificio espiritual o
material. Sólo falta que usted me diga si cree
estar tranquilo y que puede salvarse; si cree que
un buen católico puede salvarse en su actual
sistema religioso; si le parece que tiene más
garantías de salvación un católico o un disidente.
Tenga la seguridad de que cuanto suceda entre
nosotros, por escrito o de palabra,
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