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lucha contra mis principios como yo lucho contra
los suyos; pero, mientras me combate, demuestra
amarme sinceramente, tendiéndome una mano
bienhechora en el momento de la necesidad, con lo
que demuestra conocer la práctica de la caridad
cristiana, que muchos predican tan bien. Quisiera
Dios que imitasen su caridad sus hermanos del
Campanone, los cuales no saben hablar sin
insultar, menospreciar y ridiculizar las cosas más
serias.1
Como respuesta a su carta, le digo que acepto
como un precioso regalo el ofrecimiento de su
amistad, y espero que pronto pueda presentárseme
una ocasión, sin perjuicio de mi conciencia, de
demostrarle que le quiero, no de palabra, sino de
verdad y de obra.
Por un sinfín de razones no me hallo ahora en
disposición de poder aceptar su generoso
ofrecimiento; pero la profunda impresión que él ha
producido en mi corazón, no se borrará tan
fácilmente. Entre tanto, roguemos el uno por el
otro, a fin de que Dios nos conceda la gracia de
encontrarnos juntos por toda la eternidad ante su
trono, cantando el himno de los redimidos con la
sangre del Cordero.
Créame, con sincera estima,
Su
s.s. y amigo
LUIS
DE SANCTIS
((**It5.142**))íAfortun
ado De Sanctis, si hubiera escuchado el consejo de
don Bosco y se hubiera desligado de sus
vergonzosos compromisos! Pero el infeliz cerró sus
oídos a la voz del cielo, se conformó con dar
gracias a don Bosco y publicar en la Luz
evangélica estas palabras:
<>.
Además escribía, por carta, al director de la
Buona Novella (Buena Noticia):
<>.
Pero don Bosco no se conformaba con el elogio
de De Sanctis: no quería dejar incompleta su obra;
así que le envió la carta siguiente:
Ilmo. Señor:
Estoy íntimamente satisfecho de que mi carta
haya sido del agrado de V.S. Ilma., y puesto que
dice que se encuentra en necesidad, quisiera que,
al tiempo que acepta mi amistad, me ofreciera la
ocasión de proporcionarle algún alivio. Querría,
además,
1 El Campanone era un periodiquillo católico,
aparecido en Turín aquel mismo año, escrito con
mucho garbo y agilidad. Era el martillo de los
herejes, que, por lo mismo, lo odiaban de muerte.
En un manifiesto de la secta evangélica del 5 de
agosto de 1854, se leían entre otras, estas
expresiones, llenas de odio y de rencor:
<>. íLinda tolerancia!
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