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Aunque al oír aquellas expresiones, los labios
de los muchachos permanecían mudos, hablaban
claramente sus rostros inflamados, su mirada, las
lágrimas que a muchos se les escapaban de los
ojos, de modo que uno podía cerciorarse de que el
Sumo Pío era correspondido con ardiente amor por
aquellos corazones. Apenas terminado el sermón,
rezaron agradecidos, en alta voz, a Jesús
Sacramentado por el Sumo Pontífice, por el
Soberano y la familia real y por todos sus
súbditos. Recibieron la bendición con el
Santísimo, y, a continuación, fueron pasando ante
el altar, donde les entregaban el regalo de Pío
IX.
((**It4.92**)) Era
hermoso ver cómo al tener en sus manos el rosario
lo besaban y lo estrechaban al corazón.
Salieron del templo: una compañía de la milicia
ciudadana, formada en el mismo Oratorio, que había
guardado el orden durante la función, ejecutó
algunas evoluciones militares; un coro juvenil
cantó un himno de gratitud al inmortal Pontífice,
mientras resonaban por los aires alegres vivas que
llevaban a los cielos el nombre venerado del
Vicario de Jesucristo.
Así se cerraba una alegre fiesta familiar
promovida por el Padre de los creyentes. Las
muchas personas eclesiásticas y seglares que
habían acudido a presenciarla, al ver tan
profundamente arraigada la religión en aquellos
tiernos corazones, auguraban grandes bienes para
la misma, y a nosotros, que también nos
encontrábamos allí, nos parecía ver cumplido aquel
versículo del salmo: Ex ore infantium et
lactentium perfecisti laudem propter inimicos
tuos, ut destruas inimicum et ultorem. (Por la
boca de los niños y lactantes afirmas tú tu
fortaleza frente a tus adversarios, para acabar
con enemigos y rebeldes) 1>>.
Hasta aquí el egregio periódico.
Algún tiempo después de la fiesta de los
rosarios, don Bosco envió al Santo Padre, por
medio del cardenal Antonelli, la expresión de su
gratitud y la de sus hijos por el regalo recibido,
acompañada de la relación de la fiesta. Su
Eminencia, después de haber informado a Pío IX,
comunicaba a don Bosco la augusta satisfacción del
Pontífice y le daba las gracias con esta afectuosa
carta:
Ilustrísimo Señor:
Informé al Santo Padre del contenido del
escrito de V. S. Ilma. del
1 Salmos, VIII, 3.(**Es4.80**))
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