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((**Es4.80**) Aunque al oír aquellas expresiones, los labios de los muchachos permanecían mudos, hablaban claramente sus rostros inflamados, su mirada, las lágrimas que a muchos se les escapaban de los ojos, de modo que uno podía cerciorarse de que el Sumo Pío era correspondido con ardiente amor por aquellos corazones. Apenas terminado el sermón, rezaron agradecidos, en alta voz, a Jesús Sacramentado por el Sumo Pontífice, por el Soberano y la familia real y por todos sus súbditos. Recibieron la bendición con el Santísimo, y, a continuación, fueron pasando ante el altar, donde les entregaban el regalo de Pío IX. ((**It4.92**)) Era hermoso ver cómo al tener en sus manos el rosario lo besaban y lo estrechaban al corazón. Salieron del templo: una compañía de la milicia ciudadana, formada en el mismo Oratorio, que había guardado el orden durante la función, ejecutó algunas evoluciones militares; un coro juvenil cantó un himno de gratitud al inmortal Pontífice, mientras resonaban por los aires alegres vivas que llevaban a los cielos el nombre venerado del Vicario de Jesucristo. Así se cerraba una alegre fiesta familiar promovida por el Padre de los creyentes. Las muchas personas eclesiásticas y seglares que habían acudido a presenciarla, al ver tan profundamente arraigada la religión en aquellos tiernos corazones, auguraban grandes bienes para la misma, y a nosotros, que también nos encontrábamos allí, nos parecía ver cumplido aquel versículo del salmo: Ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem propter inimicos tuos, ut destruas inimicum et ultorem. (Por la boca de los niños y lactantes afirmas tú tu fortaleza frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes) 1>>. Hasta aquí el egregio periódico. Algún tiempo después de la fiesta de los rosarios, don Bosco envió al Santo Padre, por medio del cardenal Antonelli, la expresión de su gratitud y la de sus hijos por el regalo recibido, acompañada de la relación de la fiesta. Su Eminencia, después de haber informado a Pío IX, comunicaba a don Bosco la augusta satisfacción del Pontífice y le daba las gracias con esta afectuosa carta: Ilustrísimo Señor: Informé al Santo Padre del contenido del escrito de V. S. Ilma. del 1 Salmos, VIII, 3.(**Es4.80**))
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