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((**Es4.79**) Este acto se realizó el domingo pasado, veintiuno de julio, en el Oratorio central, emplazado en la zona de Valdocco. Reunidos todos, el benemérito Padre Barrera, con ese su decir claro y fervoroso, que ilumina la mente y arrebata el corazón, les explicó el precioso regalo. Empezó aludiendo al hecho bíblico del joven Daniel y sus compañeros que, frente a todas las maquinaciones de seducción empleadas con ellos por la corte del rey de Babilonia, quisieron mantenerse fieles a la religión y a las leyes de sus padres, por lo que alcanzaron de Dios un premio temporal como prenda y arras del eterno. -Así vosotros, continuaba, por haberos conservado fieles a la religión de Jesucristo, amantes de su Vicario, no sólo en la prosperidad, sino también en la situación adversa, sin prestar oídos a seducidos y seductores, que se empeñaban en aconsejaros lo contrario, merecisteis esta dulcísima muestra que os manda el Redentor por medio de su Vicario. Pasó luego, a razonar el regalo: recordó ligeramente cómo los antiguos romanos acostumbraban coronar con laurel a los que de un modo heroico se habían distinguido prestando ayuda o salvando a los conciudadanos, e hizo ver cómo Pío IX, al regalarles aquel rosario, trataba de coronar el valor que ellos habían desplegado: que lo tuvieran en ((**It4.91**)) gran aprecio, que se sirvieran de él para cobrar ánimos en toda suerte de luchas que tuvieran que sostener por la causa de Dios y, al mirar la crucecita que llevaba colgada, recordaran que sólo el padecer con Cristo abre el camino a la gloria que El nos ha merecido. La brevedad de un artículo no nos permite reproducir todo el discurso, singularmente cómo trató su tema predilecto, la devoción a la Virgen María, y cómo les recordaba, para exhortarles a amarla cada día más, el ejemplo del amado Pontífice, que desde los más tiernos años había sido su gran devoto. Era un espectáculo conmovedor contemplar a tantos jovencitos atentísimos y pendientes de los labios del fecundo orador y sorbiendo ávidamente sus palabras. Su modo de hablar emocionaba los corazones juveniles, sobre todo cuando les decía: -Amor con amor se paga; pensad en el amor que os ha tenido Pío IX: entre tantos hijos como cuenta, desde donde nace el sol hasta su ocaso, en medio de tantas ocupaciones como asedian continuamente su corazón, se acordó de vosotros, os envió un regalo; debéis quererle, íquererle mucho!, pues quien está con él está con Cristo; por tanto, prometedle, juradle amor y fidelidad hasta la muerte. (**Es4.79**))
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