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Este acto se realizó el domingo pasado,
veintiuno de julio, en el Oratorio central,
emplazado en la zona de Valdocco.
Reunidos todos, el benemérito Padre Barrera,
con ese su decir claro y fervoroso, que ilumina la
mente y arrebata el corazón, les explicó el
precioso regalo. Empezó aludiendo al hecho bíblico
del joven Daniel y sus compañeros que, frente a
todas las maquinaciones de seducción empleadas con
ellos por la corte del rey de Babilonia, quisieron
mantenerse fieles a la religión y a las leyes de
sus padres, por lo que alcanzaron de Dios un
premio temporal como prenda y arras del eterno.
-Así vosotros, continuaba, por haberos
conservado fieles a la religión de Jesucristo,
amantes de su Vicario, no sólo en la prosperidad,
sino también en la situación adversa, sin prestar
oídos a seducidos y seductores, que se empeñaban
en aconsejaros lo contrario, merecisteis esta
dulcísima muestra que os manda el Redentor por
medio de su Vicario.
Pasó luego, a razonar el regalo: recordó
ligeramente cómo los antiguos romanos
acostumbraban coronar con laurel a los que de un
modo heroico se habían distinguido prestando ayuda
o salvando a los conciudadanos, e hizo ver cómo
Pío IX, al regalarles aquel rosario, trataba de
coronar el valor que ellos habían desplegado: que
lo tuvieran en ((**It4.91**)) gran
aprecio, que se sirvieran de él para cobrar ánimos
en toda suerte de luchas que tuvieran que sostener
por la causa de Dios y, al mirar la crucecita que
llevaba colgada, recordaran que sólo el padecer
con Cristo abre el camino a la gloria que El nos
ha merecido.
La brevedad de un artículo no nos permite
reproducir todo el discurso, singularmente cómo
trató su tema predilecto, la devoción a la Virgen
María, y cómo les recordaba, para exhortarles a
amarla cada día más, el ejemplo del amado
Pontífice, que desde los más tiernos años había
sido su gran devoto.
Era un espectáculo conmovedor contemplar a
tantos jovencitos atentísimos y pendientes de los
labios del fecundo orador y sorbiendo ávidamente
sus palabras. Su modo de hablar emocionaba los
corazones juveniles, sobre todo cuando les decía:
-Amor con amor se paga; pensad en el amor que
os ha tenido Pío IX: entre tantos hijos como
cuenta, desde donde nace el sol hasta su ocaso, en
medio de tantas ocupaciones como asedian
continuamente su corazón, se acordó de vosotros,
os envió un regalo; debéis quererle, íquererle
mucho!, pues quien está con él está con Cristo;
por tanto, prometedle, juradle amor y fidelidad
hasta la muerte. (**Es4.79**))
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