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Ilustrísimo y Reverendísimo Señor:
Con el recuerdo de cuanto comunicaba a V. S.
Ilustrísima y Reverendísima en mi despacho el 14
de mayo del año pasado, remítole, por medio del
Cónsul General Pontificio de Génova, dos paquetes
de rosarios bendecidos por su Santidad, para
distribuirlos a los buenos aprendices del
sacerdote Bosco.
Hubiera querido enviar antes este obsequio del
Santo Padre, pero muchos y graves asuntos me lo
han impedido.
Tenga la bondad de procurar se agradezca el
regalo que de tan alto viene, y con las muestras
de la más distinguida estima, me repito,
De V. S. Ilustrísima y Reverendísima.
P_rtici, 2 de
abril de 1850
G. Card.
ANTONELLI
Quien considere que el Papa es la persona más
excelsa y venerada de la tierra, quien se fije en
los incontables y gravísimos asuntos que Pío IX
llevaba entre manos por aquellos días, no tardará
en reconocer que esta ((**It4.84**))
delicadeza en favor de unos pobres muchachos tenía
un valor incalculable. Por eso, cuando don Bosco
les anunció que el amabilísimo Pontífice, antes de
dejar su destierro, no solamente se había acordado
de lo poco que ellos significaban, sino que les
había mandado un regalo, sus
corazones juveniles rebosaron de alegría y les
parecía que tardaba mil años en llegar a su poder.
Bien ponderado lo singular del caso, don Bosco,
que volvía de unos Ejercicios en San Ignacio,
predicados por el párroco de San Dalmacio de
Turín, las instrucciones, y por el Vicario General
de Fossano las meditaciones, determinó distribuir
los rosarios con toda solemnidad, celebrando una
fiesta especial para perpetuo recuerdo. Quiso don
Bosco recordar, además, el hecho escribiendo y
publicando un librito que tituló: Breve reseña de
la fiesta celebrada para distribuir el regalo de
Pío IX a los jóvenes de los Oratorios de Turín.
Turín 1850. Tipografía Herederos Botta.
Llegó, pues, el domingo 21 de julio; la iglesia
estaba adornada como en las fiestas. Por la tarde
se reunieron los muchachos de los tres Oratorios
en el de San Francisco de Sales. Aunque muchos de
ellos quedaron fuera de la capilla, ésta estaba
completamente llena. José Brosio, el bersagliere,
guardaba el orden con su <>. El
distinguido padre Barrera, de la Doctrina
Cristiana, orador de altos vuelos, pronunció un
hermosísimo discurso de ocasión.(**Es4.74**))
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