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((**Es4.65**) Y entre sones acordados Este día celebrad. Ante Dios arrodillados De corazón supliquemos Que por años prolongados Nos lo quiera conservar. Don Bosco correspondía al cariño de sus muchachos con una nueva muestra de su amor; para juzgar de su importancia hay que retroceder unos años. En 1847 existían todavía en Turín restos medievales de las antiguas universidades: gremios de las artes, oficios y profesiones con sus correspondientes hermandades, y un sacerdote como moderador. Cuidaban las hermandades del alma de los socios, facilitándoles el cumplimiento de sus deberes religiosos. Las universidades, de lo temporal, preocupándose de la instrucción de los aprendices, buscando trabajo, estableciendo cajas de ahorro, atendiendo a los enfermos, asistiendo a los ancianos, a las viudas, a los huérfanos, fijando la pensión para los muchachos tomados a todo servicio precaviendo al público contra los fraudes de artesanos y negociantes, procurando fondos para las funciones de sus magníficos oratorios. Pero el espíritu liberal no tardó en contaminar la mayor parte de estas asociaciones, quitándoles el carácter religioso del pasado, y sustrayéndoles a la dependencia de las autoridades eclesiásticas. Más aún, viose en ellas con frecuencia que los miembros andaban como divididos en dos categorías: una, la de los liberales, que administraban el patrimonio y las obras de caridad, y otra, la de los hermanos católicos, que vestían el hábito y asistían a los oficios religiosos. Juntamente con la decadencia, hija del mal espíritu de estas asociaciones, iban apareciendo varias asociaciones inspiradas por la masonería, las cuales, bajo el disfraz ((**It4.73**)) de la caridad o filantropía, ocultaban el torcido propósito de pervertir en sus reuniones las ideas políticas y religiosas de los socios. En ellas se contaban fábulas contra la Iglesia Católica, se inventaban, publicaban y difundían historietas infamantes contra obispos, sacerdotes y religiosos, sin perdonar ocasión para ponerlos sobre ojos ante el pueblo. Parte de éste quedó, en poco tiempo, tan pervertido de ideas y tan mal impresionado, que un sacerdote ya no andaba seguro por las calles de la misma cultísima ciudad de Turín. Una de estas asociaciones fue la llamada Sociedad de los Obreros. Algunos de los que ya se habían alistado en ella no tardaron en(**Es4.65**))
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