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mirar y registrar en la mesilla o cajón ajeno.
Durante el día no vaya nadie al dormitorio sin un
permiso especial.
8. Guardaos bien de apropiaros las cosas de los
demás, aunque sean de ínfimo valor; y si
encontráis alguna cosa, entregadla enseguida a los
Superiores; el que se dejase engañar haciéndosela
suya, será severamente castigado según la
proporción del robo.
((**It4.753**)) 9. Las
cartas e impresos que se reciben o envían, deben
entregarse al Superior, el cual, si lo juzga
conveniente, puede leerlos libremente.
10. Está rigurosamente prohibido tener dinero
en propio poder;
deberá depositarse todo en manos del Prefecto,
quien lo administrará según las necesidades del
interesado. Está también prohibido severamente
hacer ningún contrato de venta, compra o
intercambio, y contraer deudas con nadie sin
permiso del Superior.
11. Está prohibido introducir en casa o en el
dormitorio a personas externas. Para hablar con
parientes u otras personas, se irá al locutorio
común. No os paréis nunca al lado de otros cuando
estén conversando en particular. Y no entréis en
los talleres o en los dormitorios de los demás,
porque esto molesta grandemente a quien está
dentro y a quien trabaja allí. Está también
prohibido encerrarse en la habitación, escribir en
las paredes, clavar clavos o causar desperfectos
de cualquier clase. Quien por propia culpa
estropease alguna cosa, deberá hacerla reparar a
su cargo. Finalmente, está también prohibido
detenerse en la habitación del portero y en la
cocina, a excepción de los que tienen allí algún
cargo.
12. Tened caridad con todos, compadeced los
defectos ajenos, no pongáis nunca motes a nadie,
no digáis ni hagáis nunca una cosa que, si os la
dijeran o hicieran a vosotros, os pudiera
desagradar.
CAPITULO VII
Comportamiento fuera de Casa
1. Redordaos, hijos míos, que todo cristiano
tiene la obligación de edificar a los demás, y que
no hay predicación más eficaz que la del buen
ejemplo.
2. Fuera de casa, sed reservados en las
miradas, en las conversaciones y en vuestras
acciones. No hay nada más edificante que el ver a
un hombre de buena conducta; demuestra que
pertenece a una comunidad de jóvenes cristianos y
bien educados.
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