((**Es4.553**)((**It4.724**)) Fue don
Bosco allí en compañía de los teólogos Marengo y
Motura. Estaba la sala completamente llena de
espectadores. Después de asistir a varios
experimentos, pidió al doctor que le pusiera en
comunicación magnética con la Brancani.
Giurio se apresuró a satisfacerle con la
resolución de un hombre seguro de sí mismo. Don
Bosco comenzó a preguntar; pero las respuestas de
la sonámbula que primero giraban sobre San
Petersburgo, de repente saltaron a hablar de cosas
más próximas. Sacó entonces don Bosco un pelluzgón
de pelos, que le había proporcionado el teólogo
Nasi, y preguntó cuál era la enfermedad que
padecía el amo de aquellos cabellos.
-Justa y útil pregunta, observó el doctor; y
volviéndose a la médium le intimó a que
respondiera.
->>De quién son estos cabellos?, preguntó don
Bosco.
-íPobre muchacho! íCómo debe sufrir!, murmuró
la mujer.
->>Quisiera despacharme presto, porque tengo
poco tiempo?, observó don Bosco; estos cabellos no
pertenecen a ningún joven. Dígame dónde vive.
-Voy... voy... ya está... está allá en la calle
de la Zecca.
-No vive en la calle de la Zecca.
-Es verdad... aún no he llegado... más abajo,
más abajo, del otro lado del Po...
-No vive por aquel lado. Pero dígame su
enfermedad.
-Espere, espere que la encuentre: ya lo veo...
ícuántos sufrimientos... desgraciado!
-Pero en fin, >>cuál es su enfermedad?
-La misma que yo padezco.
->>Y cuál es?
-La epilepsia.
-Nunca estuvo epiléptico.
((**It4.725**)) Al
llegar a este punto aquella mujer, sin saber qué
decir al principio y furiosa después, pronunció
una palabra tan obscena e insultante que
estremeció y disolvió la reunión. La cosa estaba
clara:
o se trataba de un engaño, o bien el espíritu
maligno temía a los buenos sacerdotes.
Pero el mal más de moda era el de las mesas
rotatorias cuando los reunidos en torno a ellas
formaban cadena. Las mesas oscilaban, giraban, se
levantaban impetuosamente del suelo, saltaban de
acá para allá por la sala; después con golpes
ligeros, convencionales, de uno de sus pies,
respondían categóricamente a las preguntas que se
les hacía. Frecuentemente se ataba a la extremidad
de una de sus patas
(**Es4.553**))
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