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porque saltó sobre sus hombros y le arrojó también
al fango. Hecho esto, se quedó allí inmóvil
aullando y contemplando a aquel par de canallas,
como si les dijese: íAy de vosotros si os movéis!
Al llegar a este punto cambió totalmente la
escena: los dos bribones se pusieron a gritar:
((**It4.718**)) -Don
Bosco ípor favor! llame a ese perro, que no nos
muerda. íPor favor, piedad de nosotros, llame a
ese perro!
-Lo llamaré, respondió don Bosco, si me dejáis
en paz.
-Sí, sí, vaya en paz, pero llámelo pronto,
exclamaron de nuevo.
-Gris, dijo entonces don Bosco, ven aquí:
Y el perro, obediente, se acercó a él, dejando
libres a aquellos malhechores que escaparon a todo
correr. Sin embargo, pese a la inesperada defensa,
don Bosco no se sintió con ánimos para proseguir
el camino hasta casa. Entró en la vecina
institución del Cottolengo. Allí se rehizo un poco
del susto, le aliviaron caritativamente con una
oportuna bebida y reemprendió el camino del
Oratorio bien escoltado. El perro le siguió hasta
los pies de la escalera por la que se subía a su
habitación.
<>.
El gris, como hemos dicho más arriba, fue tema
de muchas indagaciones y discusiones, dejando en
el aire algo de curiosidad y de sobrenatural;
nadie pudo saber jamás adonde se iba una vez
cumplida su misión. Don Bosco decía: <>.
((**It4.719**)) Toda
esta relación podrá parecer a alguno una fábula.
Cada cual es libre de opinar como quiera. Nosotros
creemos lícito y de acuerdo con la verdad, admitir
que Dios en su paternal bondad quiso servirse de
un perro, símbolo de la fidelidad, para defender y
confortar a un hombre que desafiaba la ira del
enemigo y se exponía a los más graves peligros
para guardarse a sí mismo, a sus muchachos y al
prójimo siempre fieles a Dios y a la Iglesia.
(**Es4.549**))
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