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bien merecidas caricias, aunque un tanto
prudentes, de mamá Margarita, como ella misma y
Buzzetti se lo contaban a Pedro Enría.
Otra vez, también de noche, volvía él a casa
por la avenida Reina Margarita, cuando un
individuo, que espiaba sus pasos, escondido tras
un olmo, le disparó a quemarropa dos tiros de
pistola. Falló los dos y entonces el criminal se
abalanzó sobre don Bosco para acabar con él de
otro modo; pero, en aquel instante llegó el gris,
saltó impetuosamente sobre el agresor, le puso en
precipitada fuga y, después acompañó a don Bosco
hasta el Oratorio.
Una noche el gris entretuvo un rato a los
internos. Estaba don Bosco cenando en compañía de
sus clérigos y en presencia de su madre, cuando
entró el perro en el patio. Algunos muchachos, que
no le habían visto nunca, tuvieron miedo, y
quisieron pegarle o echarle a pedradas. Buzzetti,
que lo conocía, gritó enseguida:
-No le peguéis, es el perro de don Bosco.
A estas palabras se le acercaron todos, le
acariciaron, le agarraron por las orejas, le
apretaron el morro, le hicieron mil mimos, y por
fin lo llevaron hasta el comedor. La inesperada
visita de aquel gran animal asustó a algunos de
los comensales de don Bosco, el cual dijo:
-Es mi gris, no muerde: no temáis, dejadlo
venir.
El perro miró en derredor de la mesa, dio una
vuelta y se acercó haciendo fiestas a don Bosco.
Este le acarició y quiso darle algo de la cena;
((**It4.716**)) le
ofreció pan, sopa y cocido y hasta de beber, pero
el gris rechazó todo y no se dignó olfatear nada.
Así era de desinteresado en su servicio.
-Entonces, >>qué quieres? preguntó don Bosco.
Y el perro estiró las orejas, meneó la cola,
siguió dando señales de satisfacción y apoyó la
cabeza sobre la mesa, mirando a don Bosco como si
quisiera darle las buenas noches. Después,
reemprendió el camino y salió acompañado de los
muchachos hasta la puerta.
<>.
Monseñor Cagliero nos confirmaba estos hechos.
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