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mismo no fue muy fuerte, sin embargo le arrancó la
uña y le dejó aplastada la mitad de la falange;
tanto que, aún después de treinta y más años,
conservaba la cicatriz. Cuando don Bosco se vio al
aire libre recomendó a sus muchachos que no
hablaran de aquel suceso y no revelaran el lugar y
las personas comprometidas. Y añadió:
-Perdonémosles y roguemos por ellos, para que
cambien de vida. Son unos pobres desgraciados
enemigos de la religión.
No resultan infundadas las sospechas de que
éstos y muchísimos otros atentados estuvieran
urdidos por la malicia o el dinero de aquéllos que
veían con malos ojos las Lecturas Católicas y
querían atemorizar al autor y acabar con él.
Estaban furiosos porque deseaban que don Bosco
terminase, como ellos decían, de calumniar a los
protestantes.
Por lo demás, los herejes de Turín no hacían
más que seguir las huellas de sus antepasados, los
cuales, por no citar a muchos otros asesinos, el
día 9 de abril de 1374 mataron bárbaramete en
Bricherasio, con una lluvia de golpes, al beato
Pavonio de Savigliano, dominico, porque predicaba
contra su doctrina y convertía a la Iglesia
católica a muchos valdenses.
Es una prueba de ello lo que todavía nos
contaba monseñor Cagliero.
Un domingo por la tarde, en enero de 1854,
subieron dos señores elegantemente vestidos a la
habitación de don Bosco, el cual los recibió con
su acostumbrada cortesía. El patio se hallaba
desierto, ((**It4.706**)) porque
los muchachos estaban cantando en el iglesia. Juan
Cagliero, que vio a aquellos dos señores,
sospechó, y fue a esconderse en la habitación
contigua a la de don Bosco, y se colocó en guardia
junto a una puerta interior. Se puso a la escucha,
pero al principio no llegó a comprender bien, a
pesar de que la conversación de aquellos señores
con don Bosco era muy animada; le pareció que éste
rechazaba adherirse a una proposición que le
habían hecho. Pero los dos intrusos alzaron la voz
y oyó Cagliero claramente estas palabras:
-En fin de cuentas, >>qué le importa a usted
que prediquemos una cosa u otra? >>Qué interés
tiene usted en llevarnos la contraria?
A lo que don Bosco respondió:
-Es mi deber defender la verdadera religión con
todas mis fuerzas.
->>Y no dejará de escribir Lecturas Católicas?
-íNo!, dijo resueltamente don Bosco.
Empezaron entonces a amenazarle y uno, sacando
dos pistolas, le intimó:
(**Es4.539**))
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