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gusto en darse un paseíto, y al llegar a la casa
del enfermo, se quedarán fuera, al pie de la
escalera, durante el tiempo que yo esté con él.
Aquellos dos, aunque de mala gana, callaron y
dejaron hacer.
Llegaron a la casa destinada.
-Pase un momento a esta habitación, le dijeron,
y nosotros iremos a advertir al enfermo.
Los muchachos, entre los que estaban Cigliuti,
Gravano y Buzzetti, se quedaron fuera, mientras
don Bosco entró en una habitación de la planta
baja, donde se encontró con media docena de tipos
alegres, que, después de una espléndida cena,
comían o fingían comer castañas. Estos recibieron
a don Bosco con abundantes señales de respeto,
aplaudiendo y celebrando su llegada.
-Haga el favor, don Bosco, de servirse de
nuestras castañas, le dijo después uno de los de
la cuadrilla presentándole un plato.
-Gracias, no me apetecen, respondió él; hace
poco que he cenado y no tomo nada más.
-Pero al menos beberá un vaso de nuestro vino;
verá qué bueno es; es de la parte de Asti.
-No tengo ganas; no estoy acostumbrado a beber
fuera de comida, y, si bebiese, me sentaría mal.
-íVaya! un vasito de buen vino no le puede
hacer ningún mal, le irá bien y le ayudará a hacer
la digestión. Al menos, para darnos gusto, tiene
que beberlo.
((**It4.698**)) Dicho
lo cual, tomó una botella colocada sobre la mesa y
fue sirviendo vino en los vasos. Como exprofeso se
había puesto uno menos, una vez que llenó todos,
fue a tomar aparte otro vaso y otra botella de la
cual sirvió para don Bosco. No fue necesario más,
porque éste se dio buena cuenta del perverso plan,
que no era otro más que el de envenenarlo. Sin dar
a entender que había descubierto su mala
intención, tomó don Bosco en mano el vaso lleno de
espumante vino y brindó a la salud de aquellos
desgraciados; pero, en vez de acercárselo a los
labios, quiso volverlo a poner sobre la mesa
rehusando beber.
-No nos dé este disgusto, dijo uno.
-No nos insulte así, añadió otro.
Y gritaron los otros:
-Es un vino excelente.
-Queremos que lo beba a nuestra salud.
-Ya he dicho que no tengo ganas, y añado ahora
que no puedo ni quiero beber, replicó don Bosco.
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