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con mi presente estado de cosas, creo que todo eso
se podrá realizar, que ((**It4.689**)) el
trabajo no faltará, y yo podré colocar a un buen
número de mis muchachos; bien entendido que me es
indispensable su ayuda moral, quizá más que la
material.
Agradezco de todo corazón su bondad y el
recuerdo en que me tiene a mí y a estos mis
pobrecitos, y ya que no le puedo demostrar mi
gratitud de otro modo, ruego al buen Dios quiera
colmarle con sus celestiales bendiciones a usted y
a su benemérito Instituto de la Caridad.
Beso respetuosamente su mano y me profeso, con
la máxima veneracion,
De V. S. Ilustrísima y Reverendísima
Turín, 29 de diciembre
de 1853
Su seguro y afectísimo
servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Mientras don Bosco acariciaba el propósito de
organizar una tipografía, que sería con el andar
del tiempo una de las glorias del Oratorio,
sucedían en el Piamonte nuevos ultrajes a los
católicos.
Durante la segunda mitad del año 1853, por
culpa de los grandes aumentos de los impuestos y
la carestía del pan, hubo diversos motines en
Turín y provincias que fueron fácilmente
contenidos; pero las sectas y los periódicos
acusaban resueltamente al clero de haberlos
promovido. Y he aquí que en diciembre, y por los
mismos motivos, se levantó en armas una turba de
montañeses en el Valle de Aosta. En vano salió a
su encuentro intentando calmarlos el obispo
Jourdan, en vano habló con ellos, porque bajaron
furiosos hasta Aosta, esparciendo el terror por
doquier. Al llegar aquí, se dispersaron tirando
las armas, al ver las puertas custodiadas por la
fuerza armada. Así terminó la insurrección; pero,
una de sus consecuencias fue que encarcelaron a
once sacerdotes, nueve de los cuales eran
párrocos, que, por el peligro de una mortandad,
habían seguido el ejemplo de su Obispo, buscando
calmar los ánimos. Como Dios lo quiso, ((**It4.690**)) tras un
largo proceso, fueron todos absueltos por el
tribunal.
Mientras el clero calumniado se dolía, los
valdenses gozaban una hora de triunfo. El quince
de diciembre inauguraban públicamente su templo,
con asistencia de la Guardia Nacional. El pastor
Amadeo Bert habló en su discurso inaugural de las
antiguas hogueras y patíbulos, tildando a los
reyes de Saboya de bribones; pero la policía no
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