((**Es4.521**)
cuán al vivo describía a San Isidro labrador,
orando mientras araba los campos, con los ángeles
que le ((**It4.682**))
ayudaban en su trabajo, de forma tal que abundaban
las prósperas cosechas, y del niño San Cirilo, de
Cesarea de Capadocia, el cual por ser cristiano,
burlado por los compañeros, echado de la casa
paterna, presentado a los jueces, que en vano
intentaban amedrentarle con una fingida
condenación a las llamas, recibió finalmente la
palma del martirio, diciendo a los presentes:
<>.
Al descender don Bosco de su cátedra, decía una
palabrita confidencial al oído de muchos jóvenes,
que se acercaban para darle las buenas noches y
pedirle un consejo. Don Bosco, para hacer el bien
a sus almas, habría velado con gusto hasta el
alba. Y los alumnos se retiraban a sus dormitorios
llenos de santos pensamientos, y terminaban la
jornada con una pequeña lectura espiritual, que
hacía en voz alta un compañero, mientras los otros
se acostaban. De esta forma se sucedían todas las
horas del día llevándoles por los caminos de la
bondad.
Era ésta tanto más sólida, cuanto que crecían
convencidos de las verdades de la religión. Los
domingos narraba don Bosco desde el púlpito con
admirable sencillez y naturalidad la Historia
Eclesiástica y la vida de los Papas, que
entusiasmaba y gustaba mucho a los muchachos, los
cuales siempre sacaban alguna consecuencia moral
adaptada a ellos y en relación con sus tiempos.
Tanto les gustaban aquellas instrucciones, que
deseaban llegara el domingo para escuchar la
continuación y las explicaciones.
Ayudábales a conservarse en la virtud
constantemente la frecuencia de los sacramentos.
Gozaba don Bosco de la ilimitada confianza de casi
todos sus alumnos, y no se negaba nunca para
confesarles en cualquier momento que se lo
pidieran. Sin embargo, para garantizar mejor su
libertad, iba a confesar, todos los sábados por la
tarde, el teólogo Marengo, el cual se quedaba allí
hasta muy tarde, a veces hasta las once, y con él
otros sacerdotes invitados por don Bosco.
((**It4.683**)) Vivían
los alumnos en la presencia de Dios, y en todas
las paredes estaba escrito con gruesas letras:
DIOS TE VE. Con tan importantísimo recuerdo sabía
don Bosco inspirarles un gran recogimiento durante
las oraciones, cuya eficacia hacía patente
demostrándoles cómo eran un coloquio de tú a tú
con el mismo Dios. Así que hasta las cortas
oraciones, que precedían y cerraban las
ocupaciones, el estudio y el trabajo, la comida y
cena, se recitaban con
(**Es4.521**))
<Anterior: 4. 520><Siguiente: 4. 522>