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el profesor Bonzanino no los encontraba, con
razón, presentables en una sociedad de señoritos
fáciles a la risa y a la broma.
El primer año los estudiantes de don Bosco no
eran más que un pequeño grupo, pero, poco a poco,
fueron creciendo hasta llegar a cien, terminando
casi por llenar las aulas de quienes sacaban lo
necesario para vivir de la escuela. Pero don Bosco
no dejaba de obligar a pagar a los padres que
podían hacerlo o a los que le habían recomendado a
un muchacho, la cuota mensual prescrita por la
escuela. El mismo empezó a retribuir a aquellos
profesores con una anualidad, al principio de
cincuenta liras y más tarde de mayor cantidad, de
acuerdo con lo que le permitía su economía.
Aquellos buenos profesores no rechazaron nunca
a ningún muchacho recomendado por don Bosco, el
cual, por otro lado, sabía pedir con tan sincera
amistad, que era capaz de vencer cualquier
dificultad, de haberla habido. Véase como prueba
de ello la carta que escribía al profesor
Bonzanino.
Muy distinguido y apreciado señor Profesor:
Todavía me quedan dos jovencitos para enviarle
a su escuela:
uno, llamado Carossi, el cual creo está preparado
para la clase del Señor Pasquale, porque ya ha
hecho la tercera elemental, y desea empezar el
latín; éste pagará lo que sea necesario. El otro,
llamado Anfossi, me parece que puede ir con los
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segundo de gramática. Me lo han recomendado las
señoras Losana, hermana la una y cuñada la otra
del Obispo de Biella, las cuales también espero
pagarán toda la cuota escolar.
Queda por ver si aún puede esconderlos en algún
rinconcito para que sigan sus preciosas lecciones.
Comience por verlos y después haga in Domino (en
el Señor) lo que buenamente pueda.
Bendiga el Señor a usted y a toda su respetable
familia, y agradeciéndole todo lo que hace por
estos mis pobres hijos, me ofrezco a usted en todo
lo que valgo y puedo.
De V.S.I.
Turín, 28 de
diciembre de 1853
S.S.S.
JUAN BOSCO,
Pbro.
Juan Bautista Anfossi, muchachito de trece
años, había sido llevado al Oratorio el día
veintidós de diciembre por la hermana de Monseñor
Losana. Todo Turín conoce al eximio sacerdote,
canónigo
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