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entendimos nosotros mejor que nunca, por qué don
Bosco nos recomendaba aquella virtud. El nos pedía
con cierta frecuencia que le diéramos dos dedos de
la cabeza, aludiendo a la renuncia de nuestra
voluntad, y que nos haría santos. Y nos repetía,
casi cada día, las palabras de San Agustín: Magnus
esse vis? a minimo incipe. Cogitas magnam fabricam
construere celsitudinis? de fundamento prius
cogita humilitatis. (>>Quieres ser grande? empieza
por abajo. >>Piensas construir una gran fábrica
muy elevada? piensa primero en cimientos de
humildad). Y otras sentencias semejantes>>.
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