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((**Es4.499**) Resplandecía la humildad en su porte, en sus palabras, en el evitar cualquier aparición honorífica y no necesaria, dentro de su habitual pesuasión de su no ser nada>>. Añade monseñor Cagliero: <>Nos recordaba, en sermones y conferencias, que el reino de Dios es el premio de los pobres de espíritu y que su misión predilecta era cuidarse de los niños, tan queridos por Jesús, y especialmente si estaban en la indigencia y desamparados. Sus palabras tenían una eficacia singular, porque las veíamos acompañadas de los hechos. Andaba, además, diciendo que él era el capitán de los pilluelos (biricchini) de Turín, y no por vanagloria, sino para conquistarse el corazón de los muchachos y atraerlos al bien. Le gustaba entretenerse con ellos, y algunas veces, al volver de visitas a grandes personajes y a personas de alta posición, nos decía: >>-Aquí, con vosotros, me encuentro a mis anchas: mi vida es estar con vosotros>>. Observaba don Juan Turchi: <((**It4.655**)) con sus muchachos acostumbraba a dar órdenes, sino que solía decir, por ejemplo: <<->>Me harías tal cosa o tal otra, por favor? >>Sus buenas maneras conquistaban nuestro corazón y ganaba con ellas más que con un mandato. Era muy agradecido al menor servicio prestado, como si no hubiera obligación de hacérselo. Le vi salir un día de la habitación como quien necesita algo. Me acerqué a él y le pregunté qué quería: >>-Sí, mira, me respondió: tengo una sed abrasadora; necesitaría beber, pero no encuentro a nadie. >>-Si le basta agua y azúcar, yo tengo en la celda y se lo puedo traer, dije. >>-íMe harás un gran placer! (**Es4.499**))
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