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((**Es4.498**) momento benévolos. Pero don Bosco, sin mostrarse lo más mínimamente ofendido, respondió humildemente y con toda calma: -Por eso precisamente ruego a sus Señorías, que me ayuden y aconsejen en esta empresa. Yo me encomiendo a ustedes. Díganme todo lo que haya que corregir, y yo lo haré con mucho gusto. Más aún, me consideraré muy ((**It4.653**)) afortunado si alguno, más perito que yo en la lengua italiana, quisiera revisar los escritos de las Lecturas Católicas, antes de publicarlas. Nos contaba el teólogo Murialdo en 1890, que al oír la respuesta de don Bosco, concluyó diciendo: -íDon Bosco es un santo!, y que nunca olvidó aquella escena. En efecto, quien observe la susceptibilidad humana ante las críticas de obras intelectuales, sobre todo cuando se es autor, no podrá menos de reconocer la heroicidad de don Bosco al aceptar aquella protesta. La verdad es que, en parte, era exagerada y, en parte, era real, porque algunos fascículos, ya anónimos, ya traducidos del francés por sus colaboradores, no podían tener la corrección que exigía un gusto clásico; y aún cuando don Bosco hubiese trabajado en ellos, no podía librarlos de las imperfecciones como hubiera deseado. Pero no se defendió, no adujo razones y siguió con su publicación sin desanimarse. Don Bosco era muy digno del elogio que hizo de él el nombrado teólogo Murialdo: <>. El teólogo Reviglio atestiguó: <((**It4.654**)) nuestras grandiosas demostraciones de aprecio y afecto, era para que nosotros cumpliésemos con los deberes de gratitud y nos ejercitáramos en obras de piedad que nos alejaban del pecado, y para tener una ocasión más de insinuarnos alguna máxima provechosa y más apreciada en aquellos momentos... (**Es4.498**))
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