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en llegar otros muchachos, juntamente con los
cantores. Durante el viaje quedaban encantados al
oír, por todas partes, repetir a todo el mundo las
alabanzas de don Bosco, particularmente de cuando
era jovencito. En supieron que las madres decían
a sus hijos: -Te dejo ir con don Bosco, pero no
quiero de ningún modo que vayas con otros. Y al
mismo Juan: -Haz buenos a mis hijos como lo eres
tú.
Era admirable en toda suerte de virtudes, pero
era sobre todo un ángel en la práctica de la
castidad. Huía de los condiscípulos y jóvenes poco
delicados en el hablar o en el obrar. El Señor
Carlos Bertinetti, residente en Chieri, hablaba a
menudo al joven Angel Savio muy favorablemente de
don Bosco, por su aplicación y su piedad, que le
distinguían de todos.
El doctor Allora, los sacerdotes Luzerna y
Francisco Oddenino le contaban que, en el
Seminario, el clérigo Bosco era de una conducta
tan ejemplar, que los condiscípulos solían
llamarlo el santo, porque le tenían por tal; que,
cuando veía un seminarista que llevaba conducta
poco edificante, le servía de buen consejero; que
los superiores del Seminario le presentaban como
modelo de piedad y de templanza; que no buscaba,
de ningún modo, ganar dinero para sí, y que era
consultado siempre por los compañeros en los
estudios. En Castelnuovo estaba todavía vivo el
recuerdo de su imposición de sotana, de su primera
misa en el pueblo, de su modo de estar en el
altar, de su extraordinario recogimiento y de la
multitud de muchachos que iban en su busca.
Repetían las alabanzas de cuando era chiquillo, su
delicadeza en las acciones y su mortificación en
las palabras y cómo, también allí, aconsejaban los
padres a sus hijos que anduviesen en compañía de
Bosco, convencidos de sus buenas costumbres.
Decían que era muy cuidadoso para huir de los que
hablaban mal.
((**It4.641**)) En
Castelnuovo, su hermano José lo pintaba en sus
detalles, respondiendo a las preguntas de los
muchachos:
-Don Bosco, ya antes de vestir la sotana,
aprovechaba cualquier ocasión para hablar de
religión y de piedad con todos los chiquillos, sus
amigos. Contaba ejemplos de santos. Rezaba mucho
durante los trabajos del campo, y las madres se lo
señalaban a sus hijos como modelo de oración;
frecuentaba mucho los sacramentos. Según iba
creciendo en edad, crecía en él el deseo de amar a
Dios y de hacerlo amar a los demás. Acudía a la
catequesis y a los sermones con verdadera alegría,
y después los repetía en casa y a los compañeros.
Estaba enamorado de la castidad desde su niñez;
era puro y casto en
(**Es4.488**))
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