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aquellos campesinos (después de haber concedido el
reinante Pío IX indulgencia plenaria en el día de
la fiesta del Rosario, y trescientos días para
cada día de la novena), suplica a V. S.
Ilustrísima y Reverendísima se digne conceder y
renovar la misma facultad con un decreto que dure
tres años más.
Con la confianza de ser atendido,
JUAN BOSCO,
Pbro.
Recurrente.
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Respuesta del Vicario General.
<>.
Mientras tanto, hacía enviar don Bosco a los
abonados, en el mes de octubre, el opúsculo
anónimo: Entretenimientos familiares sobre los
mandamientos de la Iglesia. Un Párroco resuelve en
el taller de un sastre, cuyo hijo adquirió malas
costumbres durante su estancia en la capital, las
objeciones que éste presenta, demostrándole cómo
la Iglesia tiene derecho a imponer leyes, y las
grandes ventajas que proceden de los cinco
mandamientos registrados en el catecismo, en favor
de la sociedad humana.
Terminado este asunto, don Bosco salió para el
paseo otoñal a fines de septiembre, y al llegar a
Chieri con Francesia y varios más, justamente al
bajar del coche, se encontró con un señor que le
saludó y le preguntó si todavía le reconocía. Le
miró fijamente don Bosco y respondió:
-Sí; nos tropezamos, hace siete u ocho años en
Turín, en el puente del Po.
Aquel señor quedó maravillado, porque, en
efecto, había sido así. Continuaba don Bosco
teniendo una retentiva, que se diría maravillosa.
Recordaba el nombre y la fisonomía de los
muchachos que habían estado en el Oratorio, y aún
de sus padres, después de una larga serie de años.
Su mente no descansaba.
Llegado a I Becchi, donde le esperaban su
hermano José y su madre, empezó la novena de la
Virgen del Rosario, que ((**It4.640**)) le daba
ocasión para atender a muchos fieles en el
confesonario. No tardaron
(**Es4.487**))
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