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en la cabeza y asquerosas lindezas en la boca,
despreciando al clero y burlándose de los sagrados
ritos. La estatua de la Virgen, así insultada, fue
adquirida más tarde por el marqués Fassati, cuando
el Santuario fue dotado de una estatua cubierta
con una lámina de plata, y la regaló a nuestra
iglesia de San Francisco de Sales, donde todavía
se venera.
Mientras tanto, el afligido Pontífice sabía
condescender con las peticiones que no se oponían
a su conciencia y quitaba la ocasión de muchos
pecados. Víctor Manuel habíale expuesto la
necesidad del pueblo y el deseo del Gobierno de
disminuir en el Piamonte el número de días
festivos de precepto, a fin de atender con el
trabajo a las necesidades de los súbditos. El Papa
consintió y, en un Breve del seis de septiembre,
quitó del número de las fiestas de precepto la
Circuncisión, San Mauricio, la Purificación, la
Anunciación de María Santísima, San José, los
lunes después de Pascua y de Pentecostés y San
Esteban: en total, ocho días festivos, cuya
liturgia, oficio y funciones no cambiaban en nada.
Don Bosco sintió que la fiesta de San Mauricio
y de los mártires de la Legión Tebea perdiese su
importancia entre el pueblo, e hizo imprimir en la
litografía Doyen una estampita del glorioso Santo,
protector de muchas obras buenas en el Piamonte.
El veintidós de septiembre, que era la
conmemoración de su martirio, distribuyó muchos
ejemplares ((**It4.638**)) de
aquella estampa. Los santos de la legión de este
mártir contaban algo en la custodia del Oratorio,
según aseguraba don Bosco.
También quiso manifestar de un modo especial su
devoción a la bienaventurada Virgen Santísima. En
consecuencia, enviaba a la Curia Arzobispal de
Turín la siguiente súplica.
Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Vicario
General:
El sacerdote Juan Bosco, en la iglesia de su
propiedad, establecida en la aldea de Morialdo y
perteneciente a la parroquia de Castelnuovo de
Asti, suele celebrar desde hace tres años la
fiesta del Santo Rosario, precedida de una novena.
Se tenía además cada tarde una plática y se daba
la bendición con el Santísimo Sacramento. La
facultad de dar la bendición se extendía también a
otras fiestas de la Santísima Virgen y de San
José. Y todo a horas en que no estorbasen las
funciones parroquiales, y con el pleno
consentimiento del Párroco del lugar.
El recurrente, deseando proporcionar los mismos
beneficios a
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