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durante los años sucesivos, con predicación y
otras prácticas devotas.
Pero las alegrías del Oratorio no dejaban que
don Bosco olvidara la aflicción de un venerando
amigo. Seguía la guerra del periodismo sectario
contra el Obispo de Asti, Monseñor Felipe Artico,
y don Bosco intentaba consolarle cuanto le era
posible en medio de sus amarguras. El buen Prelado
había ido algunas veces al Oratorio de Valdocco, a
pasar allí el día. En una ocasión hizo don Bosco
representar a Francesia y a Tomatis el sainete por
él compuesto titulado El deshollinador, y Monseñor
quedó tan satisfecho que, con el permiso de don
Bosco, regaló al protagonista un traje nuevo.
Sucedió, pues, que entre los preparativos para
la fiesta de San Luis y de San Juan, en Valdocco,
invitó don Bosco a monseñor Artico para la
solemnidad del Santo titular del Oratorio de
Puerta Nueva. El Obispo asistió y, de una carta
que escribió a don Bosco, se deduce la parte que
él tomó en la fiesta, las bajas y continuas
lindezas de los periódicos en su contra, el
maligno espionaje a que estaba sometido, las
calumniosas insinuaciones, las ((**It4.600**))
angustias que habían desgastado las fuerzas de su
abatido espíritu, y también el consuelo que
recibía con las cartas y visitas de don Bosco.
Muy querido don Juan:
Oportunamente recibí su muy atenta y apreciada
carta, que mitigó la amargura que me había
producido la lectura del periodicucho soez
L'Operaio d'Asti (El Obrero de Asti). Mucho más de
lo que no logran ofenderme las injurias de los
malvados, me consuelan las benévolas expresiones
de los prudentes, y precisamente experimenté un
agradable consuelo leyendo su afectuosa carta.
El Señor ha querido, durante estos siete años,
en los que he sido el blanco de las calumnias de
mis perseguidores, concederme siempre la gracia de
recibir, al mismo tiempo, insultos y consuelos,
cartas o artículos infernales y cartas o visitas
angelicales. Hasta el presente he callado poniendo
mi causa en las manos del Señor, y puedo repetir,
también yo, con el cántico de Zacarías: Salutem ex
inimicis nostris (espero la salvación de nuestros
enemigos).
En efecto, el artículo que ya usted conoce de
El Obrero, por haberlo leído en Turín, más el que
salió el domingo pasado, prestan a usted,
queridísimo don Juan, una ocasión oportuna, y le
abren las puertas para escribir y publicar en la
Gaceta Oficial, lo que su modestia no le hubiera
permitido decir de sí mismo. En la cuarta
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