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((**Es4.460**) durante los años sucesivos, con predicación y otras prácticas devotas. Pero las alegrías del Oratorio no dejaban que don Bosco olvidara la aflicción de un venerando amigo. Seguía la guerra del periodismo sectario contra el Obispo de Asti, Monseñor Felipe Artico, y don Bosco intentaba consolarle cuanto le era posible en medio de sus amarguras. El buen Prelado había ido algunas veces al Oratorio de Valdocco, a pasar allí el día. En una ocasión hizo don Bosco representar a Francesia y a Tomatis el sainete por él compuesto titulado El deshollinador, y Monseñor quedó tan satisfecho que, con el permiso de don Bosco, regaló al protagonista un traje nuevo. Sucedió, pues, que entre los preparativos para la fiesta de San Luis y de San Juan, en Valdocco, invitó don Bosco a monseñor Artico para la solemnidad del Santo titular del Oratorio de Puerta Nueva. El Obispo asistió y, de una carta que escribió a don Bosco, se deduce la parte que él tomó en la fiesta, las bajas y continuas lindezas de los periódicos en su contra, el maligno espionaje a que estaba sometido, las calumniosas insinuaciones, las ((**It4.600**)) angustias que habían desgastado las fuerzas de su abatido espíritu, y también el consuelo que recibía con las cartas y visitas de don Bosco. Muy querido don Juan: Oportunamente recibí su muy atenta y apreciada carta, que mitigó la amargura que me había producido la lectura del periodicucho soez L'Operaio d'Asti (El Obrero de Asti). Mucho más de lo que no logran ofenderme las injurias de los malvados, me consuelan las benévolas expresiones de los prudentes, y precisamente experimenté un agradable consuelo leyendo su afectuosa carta. El Señor ha querido, durante estos siete años, en los que he sido el blanco de las calumnias de mis perseguidores, concederme siempre la gracia de recibir, al mismo tiempo, insultos y consuelos, cartas o artículos infernales y cartas o visitas angelicales. Hasta el presente he callado poniendo mi causa en las manos del Señor, y puedo repetir, también yo, con el cántico de Zacarías: Salutem ex inimicis nostris (espero la salvación de nuestros enemigos). En efecto, el artículo que ya usted conoce de El Obrero, por haberlo leído en Turín, más el que salió el domingo pasado, prestan a usted, queridísimo don Juan, una ocasión oportuna, y le abren las puertas para escribir y publicar en la Gaceta Oficial, lo que su modestia no le hubiera permitido decir de sí mismo. En la cuarta (**Es4.460**))
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