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Las fiestas resultaron espléndidas. La iglesia
del Corpus Christi había sido restaurada
ricamente. De todas las partes del Piamonte
acudieron las cofradías y el pueblo para hacer su
comunión. El día de la solemnidad asistió a la
santa misa el Rey, de gran gala con toda su
familia. Doce Arzobispos y Obispos acudieron al
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y al octavario. Se hicieron dos noches de
luminarias públicas por toda la ciudad. Fue quizá
la última vez que se vieron iluminados, con motivo
de fiestas religiosas, el Palacio Municipal, el
del Senado y el de la Academia de Ciencias.
Solamente la Cámara de Diputados, el barrio de los
judíos y el templo en construcción de los
valdenses quedaron envueltos en la más completa
oscuridad. Dos veces se empezó la procesión
triunfal, el día seis de junio y el de la octava;
tronaban los cañones, sonaban las campanas; pero
violentas tormentas impidieron ambas veces que
prosiguiese la procesión. Un grupo de libertinos,
que se recomía de rabia ante aquel espectáculo de
fe, se desquitó con aplausos ofensivos y grandes
silbidos al ver deshacerse la procesión. Pero
aquel desahogo de despectiva complacencia, merecía
compasión. Creían que Turín era medio protestante
y vieron que era totalmente católica. La Gaceta
del Pueblo de aquellos días había sido obscena e
impunemente blasfema y, al igual que ella, toda la
prensa liberal. Don Bosco, que había tomado parte
en el religioso cortejo, volvió las dos veces al
Oratorio con los hábitos chorreando agua hasta
mover a compasión a los muchachos.
Don Bosco, en medio de aquellos días de cosas
tan grandes no olvidaba las pequeñas. Quería dar
una prueba de su agradecimiento a don Miguel Angel
Chiatellino, profesor de didáctica en Carignano, y
que en tantas ocasiones le había ayudado en el
Oratorio. Se lo encontró por Turín y le dijo
graciosamente:
->>Me paga un café?
Don Miguel Angel miró maravillado al amigo, que
le hacía una pregunta
tan extraña e inesperada por él, y le respondió:
-Con mucho gusto, con mucho gusto.
Entraron, pues, en un café y don Bosco le
expuso que en Borgo Cornalense estaban sin maestro
de escuela y que él había pensado que era un
puesto muy apropiado para un sacerdote como él,
amigo de la tranquilidad. ((**It4.583**)) A la
par sería capellán de la señora duquesa de
Montmorency, propietaria de la escuela y que
habitaba en su palacio de Borgo. Halagó la idea a
don Miguel Angel y se lo agradeció; pero, propuso
consultar a don José Cafasso antes de aceptar.
Este fue el motivo de las siguientes cartas.
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