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Señor, va descenciendo, poco a poco, para posarse
en un cáliz que sostiene el Obispo, y es
solemnemente llevada a la catedral. En el lugar
donde sucedió tan prodigioso milagro se levantó la
iglesia del Corpus Christi.
Este fue el origen de la singular devoción que
los turineses profesan al Santísimo Sacramento.
No podía presentarse contra los valdenses una
prueba más espléndida de la presencia real y
permanente de Jesucristo en la Eucaristía. Don
Bosco no olvidaba de transcribir en su librito
algunas frases de la pastoral que, con tal motivo,
había dirigido al clero y al pueblo monseñor
Fransoni, desde Lyon. El Arzobispo, después de
recordar los graves peligros en que se encontraban
sus diocesanos por las insidias con que los
herejes se esforzaban por seducir a los incautos,
les recordaba que el primer medio y el más
poderoso para no ser víctimas del error, era el
<((**It4.581**)) al
Romano Pontífice, su cabeza visible, sucesor de
San Pedro>>.
Don Bosco teminaba la obra, exponiendo el
horario de las sagradas
funciones del Corpus Christi, en el que se incluía
un triduo y un octavario solemnísimos.
El librito se agotó muy pronto; pero don Bosco,
con aquella intuición de futuro que, bien puede
decirse, era tan suya, volviendo un día con el
clérigo Miguel Rúa del chalé del profesor don
Mateo Picco, adonde solía retirarse por algunos
días para atender a sus escritos, al llegar al
barrio, entonces llamado de San Albino y San
Evasio, detrás de la Gran Madre de Dios, hizo
recaer la conversación sobre las fiestas
centenarias de Turín y sobre la buena acogida y
amplia difusión de su opúsculo. Después, dejando
volar su pensamiento hacia el porvenir, dijo al
clérigo, que le hacía de secretario:
-El año 1903 se celebrará el cincuentenario del
milagro y yo ya no estaré, pero tú, sí; te encargo
desde ahora la reedición de este libro.
-Con mucho gusto, respondió el clérigo Rúa,
acepto tan dulce encargo; pero, >>y si la muerte
me hiciese una broma de las suyas y me llevase de
este mundo, antes de esa fecha?
-Puedes estar tranquilo: la muerte no te hará
esa broma y tú podrás cumplir el encargo que ahora
te confío.
Miguel Rúa, cuando oyó hablar a don Bosco con
tal seguridad, guardó aparte un ejemplar, y
después de sufrir varias y graves enfermedades, lo
sacó afuera en 1903 e hizo la reedición que se le
había confiado.
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