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((**Es4.439**) casa: <> Al llegar la cuaresma, que empezaba el nueve de febrero y terminaba el veintisiete de marzo, preparó a los muchachos para la catequesis de la Pascua, con la santificación de los últimos días de carnaval. En estos días enviaba al clérigo Rúa y a otros a buscar muchachos por todos los contornos, con el encargo de llevarlos a las funciones; y como cebo para atraerlos, les entregaba regalitos para que los distribuyeran. Pero el Oratorio que necesitaba una ayuda especial era el de San Luis de Puerta Nueva, ya fuera porque era el más próximo a los valdenses, ya fuera porque necesitaba más personal dirigente. Al sacerdote don Pedro Ponte había sucedido el teólogo Félix Rossi, hombre celosísimo, mas de precaria salud. Por este motivo, durante varios años, don Bosco, que no cesaba durante la cuaresma de confesar a los muchachos de Valdocco, se prestaba con gusto para oír las confesiones de una buena parte de los de San Luis. <((**It4.573**)) cumplir el precepto pascual, se reunían muchos muchachos en el Oratorio de San Luis de Puerta Nueva y desde allí, atravesando toda la ciudad, eran acompañados hasta el Oratorio de Valdocco donde don Bosco les confesaba. Estos muchachos eran ya grandecitos y generalmente díscolos y calaverillas. Pero don Bosco tenía unas condiciones especiales para atraerlos a los sacramentos y hacer mejores hasta a los peores>>. Además, don Bosco no dejaba de visitarlos en su Oratorio, lo mismo que a los de Vanchiglia. Solía avisarles una semana antes de su ida, y aquel día era una fiesta grande, que iba acompañada de un bocadillo de salchichón. Empezaba el mes de marzo de 1853, y mientras él instruía en la catequesis diaria de la cuaresma a una multitud de chicos del pueblo, salía a la luz, de la tipografía De Agostini, el primer número de las Lecturas Católicas. Se titulaba: El Católico instruido en su religión: entretenimientos de un padre de familia con sus hijos, de acuerdo con las necesidades del tiempo, resumidos por el sacerdote Juan Bosco. El padre de familia, para don Bosco, representaba al abogado Luis Gallo de Génova, con el que había sostenido amigables relaciones mientras componía este libro, de cuatrocientas cincuenta y dos páginas, dividido en seis fascículos, en treintaidosavo. Era un verdadero tratado, casi completo, pero popular, sobre la verdadera religión. Impugnaba los errores, la impiedad, las contradicciones (**Es4.439**))
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