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portugués, con varios millares de suscriptores en
cada lengua. En Buenos Aires (Argentina) empezaron
en 1883; en Nictheroy (Brasil) en 1889; en
Barcelona-Sarriá (España) en 1893; en Marsella
(Francia) y en Bogotá (Colombia) en 1896. Era una
obra colosal la que se diponía a hacer don Bosco.
Mientras tanto, la propaganda valdense hacía
esfuerzos desesperados en el Piamonte. Repartía
ingentes sumas para ganar prosélitos, sobre todo
entre los obreros. Los sectarios empleaban artes
inicuamente ocultas, pero tan eficaces que se
contaban por millares ((**It4.535**)) los
apóstatas. En los teatros de Turín se
representaban impunemente infames comedias, que
hacían la apología de las más bajas pasiones y se
burlaban hasta del principio de la autoridad
doméstica. Se insultaba y calumniaba sin cesar al
clero en periódicos que se habían vendido al
cisma, en libros, conferencias de predicantes
enviados por los alrededores. Se despachaban
abundantemente biblias adulteradas, y se abrían
bibliotecas de libros heterodoxos. Y el
atrevimiento de los sectarios iba creciendo en
connivencia con quienes deberían haberles puesto
un freno. En una reunión general, tenida en la
Casa Consistorial de Turín para el nombramiento de
una junta de beneficencia para aliviar la miseria
de los pobres, fueron elegidos miembros el rabino
judío y el pastor de la iglesia valdense, pero
ningún sacerdote católico. Asistieron a esta
reunión el Presidente de Ministros, el Ministro
del Interior, el Presidente de la Cámara de
Diputados y otros personajes.
Los Obispos hacía tiempo que combatían con
firmeza apostólica tantas fuerzas mortíferas
reunidas, haciendo frente a toda suerte de
amenazas, peligros y daños. Conferencias,
sermones, cartas pastorales al pueblo, protestas
al Gobierno, reclamaciones al soberano, libros
impresos, todo lo aprovechaban para detener el
mal, ayudados por un clero fiel. Y sin embargo,
parecía que triunfaban los enemigos.
En esto, mientras los católicos entristecidos
contemplaban el progreso de las doctrinas impías,
que cada día penetraban más profundamente en el
seno de las multitudes, pervirtiendo mentes,
corrompiendo corazones, adueñándose de las almas,
como último sonido de trompeta que desafía al
enemigo, apareció la tercera edición de los Avisos
a los católicos, que debían servir de prólogo al
primer ejemplar de las Lecturas Católicas, Había
dicho don Bosco:
-No temo a los protestantes, y sería muy feliz
si pudiera entregar ((**It4.536**)) mi vida
por la fe.
Algún personaje, demasiado prudente, había
intentado apartarlo
(**Es4.411**))
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