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Si se cansaba de escribir, iba a visitar a los
enfermos o a confesar en las cárceles y otros
lugares.
>>El cuarto secreto era la templanza, que mejor
sería decir su inflexible penitencia. Desde
jovencito fue sobrio en el comer y el beber; tanto
que, después de la comida, siempre se encontraba
dispuesto a emprender cualquier ocupación
científica o literaría. Alguna vez le dijeron que
descansase por su salud, pero él respondía:
>>-Descansaremos en el paraíso. íAh, paraíso!
El que piensa en ti en este mundo, no sufre
cansancio.
>>Otras veces decía:
>>-El hombre es verdaderamente infeliz en este
mundo. Lo único que le podría consolar, sería
poder vivir sin comer, sin dormir para ocuparse
únicamente de trabajar para el paraíso.
>>Un día, reprendiendo a un sacristán por
haberse levantado ((**It4.526**))
demasiado tarde de la cama, le dijo:
>>-Para un hombre dedicado al servicio de Dios,
basta un sueño, y, una vez despierto, hay que
levantarse, sea la hora que fuere.
>>Era ciertamente la norma que seguía don José
Cafasso>>.
Pero don Bosco no dice nada sobre un quinto
secreto, que era el premio de una vida incansable
y mortificada por la gloria de Dios. Quiera que
no, la jornada de estos admirables sacerdotes
estaba tan llena de trabajos, que habrían sido
suficientes para ocupar, de la mañana a la noche,
a cinco o diez hombres voluntariosos e
inteligentes. >>Entonces? En la biografía del
general Gastón de Sonis, hombre totalmente de
Dios, se lee que había comprobado, por su propia
experiencia, una gran verdad: <>.
Mientras tanto, él había puesto bajo la
protección de María Santísima el plan de las
Lecturas Católicas. Como se acordara de la
invitación que le había hecho el Rector del
Santuario de Ntra. Sra. de Oropa fue a él, en el
mes de julio, para pasar allí algún tiempo y
ultimar determinados manuscritos; pero se encontró
con que había sido cambiado el Rector y no tuvo la
alegre acogida que se esperaba. Probablemente fue
entonces cuando sucedió lo que vamos a contar,
cuya fecha es incierta, aunque sea cierto el
hecho. Había ido don Bosco al citado Santuario
juntamente con el teólogo Golzio y había pedido al
canónigo Bernardino Pezzia algunos documentos,
deseoso de publicar un librito sobre la historia
del Santuario. El Canónigo no accedió a su
demanda, diciendo que ya estaba todo divulgado.
Pidió además hospitalidad para él y para su
compañero; pero el administrador
(**Es4.403**))
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