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la Iglesia de Jesucristo, de sus derechos y de su
doctrina en la mente de los pueblos por obra de
politicastros, sectarios y valdenses; y meditaba
nuevas empresas, mayores que las que había
empezado, con las cuales alcanzaría poco a poco
asombrar e iluminar al mundo, con su genio
bienhechor.
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1.
((**It4.523**)) A fines
del año 1850 don Bosco se había determinado a
levantar un dique contra la irrupción de la prensa
herética, publicando una colección de libritos
populares, bajo el título de Lecturas Católicas.
La inspiración de fundarlas fue totalmente suya.
Pero como no emprendía nunca nada sin recurrir a
Dios, sin pedir y escuchar el parecer de
personajes autorizados, y ponderar largamente el
pro y el contra, había sido algo remiso a
determinarse. Pero ahora la resolución estaba
tomada y no había ningún obstáculo capaz de
disuadirle. Devoto y obediente con su Arzobispo,
después de redactar un programa de asociación, se
lo había remitido a monseñor Luis Fransoni a Lyon,
y el egregio Prelado no solamente lo aprobó, sino
que alabó grandemente su providencial pensamiento.
La Dirección de las Lecturas Católicas tendría
su sede en Turín.
Pero don Bosco solo no podía hacer frente a
todos los compromisos de la empresa; era preciso
unir a su voluntad la de muchas otras personas
semejantes a él, para la necesaria cooperación,
pero que, tal vez, no quisieran tolerar su
supremacía y su reputación crecida a su costa. Por
eso él, en algunas circunstancias, llegaba a
vencer toda resistencia, escondiéndose a sí mismo
y proponiendo una cosa, como si no fuera suya,
sino sugerida por otro. Sabía en ocasiones
insinuar con tal destreza las propias ideas y las
correspondientes razones en la mente de personas
acaudaladas o de gran autoridad e influencia, que
ellas se las apropiaban, persuadidas de tener el
honor y la gloria de aquel proyecto, y por
consiguiente las sostenían diligentemente, como si
fueran propias. Eran éstos verdaderos sacrificios
de humildad, pero ampliamente recompensados con la
gloria que a través de ellos se tributaba al
Señor.
Había ya don Bosco hablado con monseñor Moreno,
Obispo de Ivrea, sobre el plan de la proyectada
publicación, rogándole la favoreciese con su
autoridad, y se había ((**It4.524**))
decidido el plan a seguir, porque con las Lecturas
Católicas se quería llegar a la lucha a campo
1 Prov. IV, 18.
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