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Y casi todavía sin sentido
Tomo, en vez de la gorra,
presuroso,
La peluca del sastre, de Brunengo,
Y con ella cubierto al patio vengo.
Ya fuera, busco en vano las
estrellas,
La Luna luminosa por el cielo,
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Porque llueve con furia, caen centellas;
Y me encuentro a don Bosco que, con
celo
Paternal busca y cuenta a sus hijos
Salvados por milagro del peligro.
Nos reúne en la iglesia y nos
exhorta
A confiar en el celeste auxilio:
Cada uno al oírle se conforta
Y no teme la muerte ni el exilio:
Cuando resuena un golpe en los
oídos
Cual si el mundo cayera en el
vacío.
íAy!, >>qué es esto? gritamos
espantados
Mirándonos temblando de terror;
>>Bajo escombros seremos
enterrados?
Y las vigas crujiendo con rumor,
Como las pajas que se lleva el
viento,
Cayeron con el muro en un momento.
Allí tenía yo mi blanca cama,
La cama de mis sueños juveniles:
>>Qué sería de mí y de mi fama,
Y qué de mis pinceles y buriles?
A la fosa a parar igual que un
viejo,
No podría salvar ya mi pellejo.
>>Qué dices tú, Gastini, tú
Buzzetti?
>>Qué opinión os merece este
peligro?
Tiembla mi alma pensando en
Rocchietti;
Pero ríe mirando a Reviglio
Que no cesa de orar y de pedir,
Mas sin quitarse el gorro de
dormir.
Con Arnaud el guantero, y con
Bautista
El que pela zanahorias y patatas,
Están Marchisio y una larga lista
con el rostro más blanco que la
nata.
íNo merece la pena que la historia
guarde de aquella noche la memoria!
Al despertar el alba, se arruinaba
Aquella mole con ruidoso estruendo,
Y el buen padre a todos nos hablaba
y decía, recuerdo, casi riendo,
Con acentos serenos y seguros:
íOtra vez alzaremos estos muros!
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