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((**Es4.393**) el momento del peligro, al igual de los demás, saltó a toda prisa de la cama, dejando bajo la almohada el chusco de pan para el desayuno, que se repartía la víspera por la noche, ya que algunos jóvenes debían acudir al trabajo antes del alba. Y sucedió que, al mover su colchón, sin que él se diese cuenta, el chusco cayó al suelo. Apenado por el olvido, no se preocupaba de sí mismo ni atendía a las voces de los que querían disuadirlo; a despecho de todos, volvió a la habitación abandonada, encontró su querido chusco, lo tomó y, tan rápidamente como puede hacerlo un cojo, echó a correr. Alegre como unas castañuelas llegó junto a los compañeros y exclamó feliz: -íCaramba! he salvado mi desayuno. Don Bosco, don Bosco, íhe salvado mi desayuno! Y con sus voces hizo estallar de risa a los compañeros que estaban allí cerca. En adelante, mientras vivió, el primer saludo que le daban al encontrarle era el de: íLo he salvado, lo he salvado! Y así bromeaban alegremente con su heroica hazaña de aquella noche, por amor de un chusco. Mientras tanto don Bosco, pasada ya la una de la mañana de aquel dos de diciembre, animó a los jóvenes a acostarse y, después de hacer una breve plegaria, se retiró también él a su habitación, que era la más expuesta al peligro. Todos los demás le fueron imitando uno tras otro, salvo alguno que se fue a la iglesia a rezar. Acostados en sus pobres camas, intentaron reanudar el sueño. íSingular fenómeno! En las habitaciones de la planta superior había tres clérigos, Viale, Reviglio y Esteban Vacchetta, que después entró en los Oblatos de María, los cuales no se enteraron del alboroto y dormían plácidamente. El clérigo ((**It4.513**)) Miguel Rúa, después de haber ayudado a don Bosco a restablecer el orden, subió a su habitación con otros dos. Vacchetta narraba después, con fecha 25 de diciembre de 1852, minuciosamente este hecho en una carta, que poseemos, dirigida al seminarista Bellia, residente en el venerando seminario de Chieri: <>->>Pero no has oído desplomarse la casa nueva? >>-No, no, respondí; pero estoy contentísimo, porque así el maestro de obras la volverá a hacer de arriba abajo. Esto es lo que se llama providencia, providencia. El Señor quiere que el Oratorio se (**Es4.393**))
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