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((**Es4.390**) poco más tarde de las once, un espantoso estruendo, que crecía por instantes y se hacía cada vez más ruidoso, les despertó repentinamente. El estruendo hizo temblar la antigua casa pegada a la construcción, cuya pared al sur se derrumbaba en parte y rodaba por tierra. Fue una terrible catástrofe; pero hasta en la misma hora señalada para el desastre, empezó a verse la misericordia del Señor con todos. De haber sucedido el derrumbamiento dos horas antes, quién sabe la de víctimas que hubiera habido. Pero el buen Dios velaba por la suerte de don Bosco y sus muchachos. Estaba en aquel momento la madre de don Bosco a punto de ir a descansar y salió presurosa y llorando de su cuartito. Temía, no sin razón, que su hijo hubiera quedado sepultado bajo las ruinas y gritaba con toda su voz: -íDon Bosco, don Bosco, levántate, sal, sálvate! Corrió a su habitación; llamó y nadie respondía; empujó la puerta y no se abría. Vió entonces que había caído una enorme piedra sobre un ángulo de la habitación y que, rompiendo las tejas, había hecho un agujero por el que caía la lluvia. Bajó a toda prisa la escalera hasta la cocina, para tomar una llave e intentar abrir la puerta. El clérigo Rúa, se despertó con el estruendo y oyó aquella voz desesperada, mas no supo discernir en el primer momento de quién era y de dónde venía; luego reconoció que era la de mamá Margarita y, temiendo que alguien hubiera caído gravemente herido, se vistió y salió a su encuentro. Mientras tanto los jóvenes, espantados, saltaron de la cama ((**It4.509**)) unos en calzoncillos, otros en camisón, en medio de una gran batahola, sin saber lo que había sucedido. Envueltos como podían entre mantas y sábanas, salieron de sus pobres dormitorios al patio sin saber adónde ir. Corrían unos hacia la puerta del portón para escapar, otros a la iglesia buscando refugio al pie de los altares; algunos se acurrucaban junto a los árboles próximos, otros finalmente se quedaban en mitad del patio. Era un espectáculo que daba lástima, ver, en medio del tétrico horror de la noche, bajo el constante rumor de la lluvia que caía torrencialmente, a cincuenta muchachos, huyendo de un lado para otro. Este sollozaba por un lado, aquél gritaba por otro, quién daba con las rodillas contra un banco, quién tropezaba con una zarza y caía, uno se hundía y se embarraba en el fango, otro se empantanaba en un gran charco. En tanto, se iban dando cuenta de la causa del estruendo, puesto que en el suelo se amontonaban vigas, tejas y materiales. >>Y don Bosco? Mientras todos gritaban y estaban esperando a (**Es4.390**))
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