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poco más tarde de las once, un espantoso
estruendo, que crecía por instantes y se hacía
cada vez más ruidoso, les despertó repentinamente.
El estruendo hizo temblar la antigua casa pegada a
la construcción, cuya pared al sur se derrumbaba
en parte y rodaba por tierra. Fue una terrible
catástrofe; pero hasta en la misma hora señalada
para el desastre, empezó a verse la misericordia
del Señor con todos. De haber sucedido el
derrumbamiento dos horas antes, quién sabe la de
víctimas que hubiera habido. Pero el buen Dios
velaba por la suerte de don Bosco y sus muchachos.
Estaba en aquel momento la madre de don Bosco a
punto de ir a descansar y salió presurosa y
llorando de su cuartito. Temía, no sin razón, que
su hijo hubiera quedado sepultado bajo las ruinas
y gritaba con toda su voz:
-íDon Bosco, don Bosco, levántate, sal,
sálvate!
Corrió a su habitación; llamó y nadie
respondía; empujó la puerta y no se abría. Vió
entonces que había caído una enorme piedra sobre
un ángulo de la habitación y que, rompiendo las
tejas, había hecho un agujero por el que caía la
lluvia. Bajó a toda prisa la escalera hasta la
cocina, para tomar una llave e intentar abrir la
puerta.
El clérigo Rúa, se despertó con el estruendo y
oyó aquella voz desesperada, mas no supo discernir
en el primer momento de quién era y de dónde
venía; luego reconoció que era la de mamá
Margarita y, temiendo que alguien hubiera caído
gravemente herido, se vistió y salió a su
encuentro.
Mientras tanto los jóvenes, espantados,
saltaron de la cama ((**It4.509**)) unos en
calzoncillos, otros en camisón, en medio de una
gran batahola, sin saber lo que había sucedido.
Envueltos como podían entre mantas y sábanas,
salieron de sus pobres dormitorios al patio sin
saber adónde ir. Corrían unos hacia la puerta del
portón para escapar, otros a la iglesia buscando
refugio al pie de los altares; algunos se
acurrucaban junto a los árboles próximos, otros
finalmente se quedaban en mitad del patio. Era un
espectáculo que daba lástima, ver, en medio del
tétrico horror de la noche, bajo el constante
rumor de la lluvia que caía torrencialmente, a
cincuenta muchachos, huyendo de un lado para otro.
Este sollozaba por un lado, aquél gritaba por
otro, quién daba con las rodillas contra un banco,
quién tropezaba con una zarza y caía, uno se
hundía y se embarraba en el fango, otro se
empantanaba en un gran charco. En tanto, se iban
dando cuenta de la causa del estruendo, puesto que
en el suelo se amontonaban vigas, tejas y
materiales.
>>Y don Bosco? Mientras todos gritaban y
estaban esperando a
(**Es4.390**))
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