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-Quemándolos, creo que ya no serán ocasión de
que mi alma arda en el infierno.
Guardaba también algunas cartas de los antiguos
compañeros, en las que le daban malos consejos, y
las hizo pedacitos.
Se entregó después con todo afán a los
estudios, y escribió sobre la cubierta de los
libros los recuerdos de su madre, huye del ocio y
de los malos compañeros. Por año nuevo mandó a su
padre una carta de felicitación que le consoló
mucho al ver que su hijo volvía a los mismos
pensamientos que durante tanto tiempo había
alimentado. Así pasó los años de su bachillerato.
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Recordando que también en la casa paterna había
libros y periódicos malos, Juan escribió tantas
cartas a su padre; supo, sobre todo, complacerle
tanto durante las vacaciones; le hizo tantas
promesas, que le convenció para que se deshiciera
de todo. Más aún, con frívolos pretextos, el padre
comía carne en los días de vigilia. Juan, con su
comportamiento, con sus palabras, contando
ejemplos y con humildes solicitudes al padre,
logró hacerle cambiar y le indujo a guardar los
días de vigilia señalados por la Iglesia, como
debe hacer todo buen cristiano.
La educación dada por don Bosco produjo muchas
veces transformaciones semejantes.
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