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a la juventud. Se terminaba el mes de octubre y
era forzoso elegir otro colegio para su hijo. Así
que, dejando de lado toda reprensión, le hizo unos
regalos de su gusto, se fue con él a una hermosa
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excursión y, al volver a casa, tomóle aparte y
empezó a recordarle los últimos instantes de su
santa madre. El jovencito rompió a llorar ante
aquellos recuerdos y, entonces, el padre le
manifestó cómo su madre había siempre deseado que
fuera el Oratorio de San Francisco de Sales el
centro de su instrucción y educación. Le
preguntaba en consecuencia, si le gustaría entrar
allí aquel año. El hijo, sin dudarlo un momento,
le respondió:
-Estoy en sus manos. Todo lo que haga para dar
gusto a mi madre, me gusta también a mí; estoy
dispuesto a cualquier sacrificio para seguirlo.
No creía el padre que hubiera podido obtener
tan deprisa aquel cambio
del hijo y lo reconoció como una bendición del
cielo. Para que con la tardanza no nacieran
dificultades, quiso llevarlo al día siguiente al
Oratorio de Valdocco para tratar de su admisión.
Don Bosco se extrañó un tanto al encontrarse
con aquel muchacho, que se llamaba Juan. Llevaba
un traje nuevo y elegante, un sombrerito calabrés,
un bastoncito en la mano y una cadenita brillante
en el pecho; los cabellos, elegantemente peinados
con la raya en medio, eran indicio del espíritu de
vanidad que reinaba en el corazón de aquel
muchacho. El padre aceptó fácilmente las
condiciones de entrada; después, añadiendo que
tenía algo urgente que hacer, dejó a su hijo
hablando con don Bosco. Este, a la vista de un
muchacho tan peripuesto, no creyó oportuno
hablarle de religión; hablóle de paseos, de
carreras, de gimnasia, de esgrima, de canto, de
música. Cosas que hacían bullir la sangre por las
venas del vanidoso muchacho, al oír hablar de
ellas. Volvió el padre y, apenas pudo conversar
libremente con Juan le preguntó:
->>Qué te parece: te gusta este lugar? >>Qué me
dices del Director?
((**It4.501**)) -El
lugar me agrada, el Director es de mi temple; pero
hay algo que no me gusta.
->>Y qué es ese algo? Dímelo, estamos todavía a
tiempo para hacer de otro modo.
-Todo lo suyo me gusta, pero es un sacerdote, y
esto hace que le mire con aversion.
-No hay que fijarse en su condición sacerdotal:
fíjate más en las dotes y virtudes que posee.
-Pero quedarme con un sacerdote quiere decir
rezar, confesar,
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