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((**Es4.381**) empresario Bocca para la construcción de la iglesia de San Francisco. Pero se retiró, después de avisar a don Bosco, porque veía que los negocios del Oratorio no iban bien, a pesar de que el ingeniero hiciese gratuitamente los planos. Y el encargado, puesto por don Bosco para vigilar la contrata y la ejecución de los trabajos, quizá estaba más de parte del empresario que de él. Si embargo, aquel buen padre estaba herido en su amor propio por las hábiles insinuaciones arriba dichas; mas, como era un hombre prudente, antes de determinarse, fue al seminario de Chieri a pedir el parecer del Rector. La respuesta fue: que ciertamente era el seminario el lugar donde el joven podía esperar con mayor seguridad ((**It4.496**)) hacer carrera; que siendo él maestro de obras del seminario, no le parecía conveniente que tuviese a su hijo seminarista en otro centro de educación; que en el seminario podría obtener una plaza a media pensión y hasta totalmente gratuita. El hombre se dio por vencido. De vuelta a casa, fue en coche al patio del Oratorio, llamó a su hijo y le dijo: -Toma el sombrero y ven conmigo. Obedeció el hijo sin saber las intenciones del padre y fue llevado inmediatamente al seminario de Chieri. Don Bosco sufrió mucho al ver que le arrebataban tan bruscamente un joven al que quería, en el que había puesto muchas esperanzas y que había sido su secretario, escribiendo al dictado sus primeras obras. Le había regalado, unos meses antes, un breviario y las Institutiones de Rebaudengo. El clérigo, hecho a las costumbres del Oratorio, no se encontraba bien en el seminario. Don Bosco fue a visitarle varias veces, y según su costumbre, no intentó disuadirle de la nueva vida a la que se había sometido, sino que le animó a continuar, poniéndose siempre en manos de la Divina Providencia. Eran conocidas en el seminario las fórmulas conciliadoras de don Bosco, de modo que el Rector le permitía sacar a la ciudad a su joven amigo, y una vez fue con él a comer en casa del canónigo Luis Cottolengo. El buen clérigo quedaba entusiasmado de aquellas visitas; pero al mismo tiempo le hacían suspirar por sus ideales deshechos; hasta que, por su delicada salud, fue enviado a casa. En ella le prohibieron que fuera al Oratorio y a confesarse con don Bosco. Empezó entonces a frecuentar el Santuario de Nuestra Señora de la Consolación, y, poquito a poco, se enamoró de la paz en que vivían los Oblatos de María, en aquel convento. Como le pareció que Dios le llamaba a aquella comunidad, ((**It4.497**)) fue a visitar a don Bosco para manifestarle su pensamiento. (**Es4.381**))
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