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empresario Bocca para la construcción de la
iglesia de San Francisco. Pero se retiró, después
de avisar a don Bosco, porque veía que los
negocios del Oratorio no iban bien, a pesar de que
el ingeniero hiciese gratuitamente los planos. Y
el encargado, puesto por don Bosco para vigilar la
contrata y la ejecución de los trabajos, quizá
estaba más de parte del empresario que de él.
Si embargo, aquel buen padre estaba herido en
su amor propio por las hábiles insinuaciones
arriba dichas; mas, como era un hombre prudente,
antes de determinarse, fue al seminario de Chieri
a pedir el parecer del Rector.
La respuesta fue: que ciertamente era el
seminario el lugar donde el joven podía esperar
con mayor seguridad ((**It4.496**)) hacer
carrera; que siendo él maestro de obras del
seminario, no le parecía conveniente que tuviese a
su hijo seminarista en otro centro de educación;
que en el seminario podría obtener una plaza a
media pensión y hasta totalmente gratuita.
El hombre se dio por vencido. De vuelta a casa,
fue en coche al patio del Oratorio, llamó a su
hijo y le dijo:
-Toma el sombrero y ven conmigo.
Obedeció el hijo sin saber las intenciones del
padre y fue llevado inmediatamente al seminario de
Chieri. Don Bosco sufrió mucho al ver que le
arrebataban tan bruscamente un joven al que
quería, en el que había puesto muchas esperanzas y
que había sido su secretario, escribiendo al
dictado sus primeras obras. Le había regalado,
unos meses antes, un breviario y las Institutiones
de Rebaudengo.
El clérigo, hecho a las costumbres del
Oratorio, no se encontraba bien en el seminario.
Don Bosco fue a visitarle varias veces, y según su
costumbre, no intentó disuadirle de la nueva vida
a la que se había sometido, sino que le animó a
continuar, poniéndose siempre en manos de la
Divina Providencia. Eran conocidas en el seminario
las fórmulas conciliadoras de don Bosco, de modo
que el Rector le permitía sacar a la ciudad a su
joven amigo, y una vez fue con él a comer en casa
del canónigo Luis Cottolengo. El buen clérigo
quedaba entusiasmado de aquellas visitas; pero al
mismo tiempo le hacían suspirar por sus ideales
deshechos; hasta que, por su delicada salud, fue
enviado a casa. En ella le prohibieron que fuera
al Oratorio y a confesarse con don Bosco. Empezó
entonces a frecuentar el Santuario de Nuestra
Señora de la Consolación, y, poquito a poco, se
enamoró de la paz en que vivían los Oblatos de
María, en aquel convento. Como le pareció que Dios
le llamaba a aquella comunidad, ((**It4.497**)) fue a
visitar a don Bosco para manifestarle su
pensamiento.
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