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oído a Cibrario, ministro que fue varias veces,
complacerse hacia 1875 de las ayudas que con tales
medios había prestado a don Bosco y nos contaba
que él mismo había puesto por condición a ciertos
extraños ambiciosos personajes, que se volvían
locos por ser nombrados caballeros, que entregasen
antes una cantidad considerable que luego él
destinaba a don Bosco.
Este hecho es una prueba más de cómo Dios había
preparado para don Bosco poderosos protectores en
todos los departamentos del Gobierno. Si uno
fallaba, surgía otro.
Pero don Bosco procuraba no abusar; aguantaba
pacientemente en las dificultades, y, sobre todo,
no olvidaba nunca su condición y las
susceptibilidades de ellos. Escribe monseñor
Cagliero: <((**It4.492**))
maravillaba de la manera respetuosa, reverente y
del humilde porte con el que él, sacerdote,
visitaba o recibía a ciertos personajes seglares.
Solamente salía de mi estupor cuando llegaba a
saber que se trataba de una autoridad, un
ministro, un gobernador, un magistrado, un
alcalde, un concejal del Ayuntamiento, un delegado
provincial de estudios o sencillamente alguno de
sus secretarios. Por lo demás, lo mismo en sus
escritos que en sus palabras o en sus hechos, fue
siempre atento con los administradores del Estado,
aún cuando le contrariasen, reconociendo en ellos
el principio de autoridad procedente de Dios.
Repetidas veces le oí decir: Obedite praepositis
vestris etiam discolis (Obedeced a vuestros
superiores aunque sean esquinados). Otras veces
añadía: <>.
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