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en la Curia el capital necesario para recibir las
órdenes mayores. Sin embargo, don Bosco tenía en
su hermano mayor confianza absoluta y afectuosa,
le ponía al corriente de sus alegrías y sus penas
y formaba con él un solo corazón y una sola alma.
Pese a que las obligaciones de su estado
obligaron a José a vivir lejos de su madre, no
dejaba de ir varias veces al año a Turín y
alojarse en el Oratorio más o menos tiempo, según
sus posibilidades. Su finalidad era la de pasar
unas horas en compañía de Juan y Margarita, la
cual experimentaba una gran alegría a su llegada.
Tenía motivos la buena madre para estar satisfecha
también de este hijo, que era fervoroso cristiano,
hacendoso y cariñoso padre de familia, de corazón
generoso y espléndido sin medida. Aunque de prole
numerosa, siempre consideró como suyos a los
muchachos del Oratorio.
No satisfecho con mandar cada año comestibles
de su propia cosecha, en la época de la
recolección, iba en busca ((**It4.484**)) de
socorros por casa de parientes y amigos; y sabía
moverlos de tal forma a la caridad con los hijos
de don Bosco, que lograba cargar varios carros de
nueces, trigo, patatas, uva, para enviar al
Oratorio.
Llegó en una ocasión a Valdocco para visitar a
su hermano y con el plan de comprar dos terneros
en el mercado de Moncalieri. Pero, al ver la
penuria del Oratorio y enterarse de que aquel día
había que pagar urgentísimas deudas:
-Mira, dijo a don Bosco, sacando su bolsa de la
faltriquera: yo he venido para gastar trescientas
liras en la feria de Moncalieri; pero veo que tu
necesidad es más urgente que la mía. Así que, de
todo corazón, te cedo este dinero.
Don Bosco detuvo a duras penas unas lágrimas de
agradecimiento.
->>Y tú?
-Aguardaré otra ocasión para hacer mi compra.
->>Y no sería mejor que solamente me lo
prestases? Yo te lo devolveré, apenas posea esa
cantidad.
->>Y cuándo vas a tener trescientas liras, tú
que siempre andas cargado de deudas? íNo, no! Te
las doy y basta. Ya me las apañaré yo. Ya
encontraré el modo para tener lo que necesito y tú
no pienses más en ello.
Era de un trato tan amable que, cuando aparecía
en el Oratorio, acudían a él todos los muchachos
con la misma confianza y afecto que a un padre. Le
llamaban el señor José. Sus facciones eran muy
semejantes a las de don Bosco y eran casi iguales
de estatura. En su aspecto aparecía la bondad de
su gran corazón. Don Bosco le honraba
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