((**Es4.368**)
La segunda maravilla fue un sermón de don Bosco
sobre la castidad. Monseñor Cagliero lo recordaba
así:
<>.
Y añadía:
<>Recuerdo que durante los sermones y
conferencias que a menudo nos daba era tan
delicado, que no se atrevía a hablar de la
deshonestidad y durante varios años nunca le oí
hablar sobre este tema, que era tratado por el
teólogo Borel, el canónigo Borsarelli y otros
sacerdotes cooperadores y amigos suyos.
((**It4.478**)) >>El
prefería entretenernos con la virtud de la
castidad, que llamaba flor hermosísima del
paraíso, digna de ser colocada en nuestros
corazones juveniles, y lirio purísimo que con su
candor inmaculado nos haría semejantes a los
ángeles del cielo. A través de estas y otras
hermosas imágenes don Bosco nos enamoraba de esta
querida virtud, mientras su rostro brillaba con
santa alegría; su voz argentina resonaba con calor
y persuasión, y sus ojos se humedecían con las
lágrimas, por miedo a que empañáramos la hermosura
y preciosidad con un solo pensamiento malo o una
mala conversación. Nosotros, jovencitos, que le
queríamos como a un padre ternísimo y teníamos con
él filial confianza y familiaridad, alimentábamos
tal respeto y veneración hacia él, que estábamos
en su presencia con un porte religioso; y eso
porque teníamos la íntima convicción de la
santidad de su vida>>.
Don Bosco, de vuelta de Giaveno donde, como en
otras ocasiones, había acompañado a los jóvenes a
visitar el santuario de Trana, supo que Bartolomé
Bellisio, alumno suyo y de la escuela de pintura,
había sido llamado al servicio militar. El, que en
todas las necesidades de sus jovenes, por cuanto
le era posible les prestaba su ayuda, le escribió
a Cherasco, donde pasaba sus vacaciones otoñales.
Pero se las había apañado para no ser llamado al
cuartel, mientras duraran algunas circunstancias
de familia. Así respondió don Bosco a una carta
suya:
(**Es4.368**))
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