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sostenía un compañero en la mano, fueron a caer en
el canasto. En un instante estalló toda la
pólvora, las telas que tapizaban la iglesia
((**It4.464**)) se
encendieron y él, tirando el canasto, y cubierto
de quemaduras, corrió a zambullirse en el agua de
un canal. Fue llevado al hospital. En tal estado
se encontraba, que los médicos creyeron moriría
aquella misma noche e hicieron que un
convaleciente le cediera la cama, puesto que no
había ninguna libre. Don Bosco fue inmediatamente
a visitarlo y le bendijo. Chiesa curó lentamente,
pero cuando, por sí mismas, cayeron de su cara las
costras y la piel tenía la forma de una verdadera
máscara. Y fue, lo diremos, un milagro que sus
ojos quedaran ilesos.
Estas fiestas no interrumpieron las exigencias
propias de la tómbola. Miles de circulares fueron
anunciando el sorteo de los premios para el
treinta de junio, fecha que fue aplazada
posteriormente al doce de julio.
Los obispos seguían prestando a don Bosco su
ayuda.
Monseñor Galvano le escribía: <((**It4.465**)) podía
darse otra más oportuna para los tiempos
presentes. Con mis más cordiales felicitaciones,
etc., etc.
Niza, 22 de julio
de 1852
>> DOMINGO,
Obispo>>.
Y monseñor Jourdain: <(**Es4.358**))
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