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para misas y en cumplir con esa obligación de
justicia. Pero, al encontrarse, años después,
frecuentemente apremiado por muchas personas que
le ofrecían limosnas para este fin, ante la duda
de que alguna pudiera ser olvidada, se acostumbró
a hacer celebrar cada día una misa, como
compensación de las que por azar no se hubiese
recordado.
((**It4.455**)) Este su
celoso empeño para que ninguno de los fieles se
privase de tantas gracias celestiales a ellos
debidas y su constante fervor en el altar,
ciertamente deben ser atribuidos al pensamiento
fijo y continuo del gran acto que debía realizar
cada mañana. Diremos, en primer lugar, que a veces
iba a rezar a la iglesia de San Francisco de Asís,
en la capilla donde había celebrado su primera
misa, y allí renovaba los propósitos hechos en
aquel solemne día. Llevaba siempre consigo el
manual de las ceremonias de la misa y lo leía a
menudo para no olvidar las más mínimas rúbricas.
De acuerdo con este modelo se formaron sus
sacerdotes. El buen marqués Scarampi dijo a
monseñor Cagliero:
-Yo vengo muy a gusto a oír la misa en el
Oratorio, porque los sacerdotes jóvenes de don
Bosco dicen la misa lo mismo que los viejos: en
cambio, veo en otras partes a sacerdotes viejos
que la dicen como los jóvenes, esto es,
apresuradamente. Y don Bosco les exhortaba,
durante los ejercicios espirituales, a que se
ayudasen la misa unos a otros, para descubrir los
defectos contraídos por la costumbre, sin darse
cuenta de ello, y se avisasen fraternalmente.
También él lo hacía así y les corregía hasta de
los detalles más pequeños y recomendaba que alguno
tuviese la caridad de observarle a él y corregirle
los defectos que encontrase.
Antes del santo Sacrificio hacía la necesaria
preparación y daba gracias después,de no ser
impedido por una grave necesidad, espiritual o
moral. Entonces sacrificaba su gusto espiritual
por la caridad del prójimo. Pero, decía don
Ascanio Savio íntimamente convencido, que después
don Bosco, a solas, en su habitación o en la
iglesia, daba libre expansión a su corazón para
desahogarse con Dios. Cuidaba que los sacerdotes
de su casa cumplieran con estos deberes y, como
preparación remota, observaba y hacía observar
riguroso ((**It4.456**))
silencio en la iglesia y en la misma sacristía,
como todavía se observa al presente. Si se veía
obligado a tratar de algo espiritual, lo hacía en
voz baja, desaprobando a quien actuare de otro
modo.
Ya cuando estábamos en el Seminario, afirmaba
don Juan Giacomelli, me explicó el significado de
las letras S. T. que se ven en los antiguos
claustros, a saber: Silentium tene! (íGuarda
silencio!).
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