((**Es4.338**)
escribía así. <>-íY he aquí al pastorcillo convertido en rey!
>>Nosotros exclamamos de repente:
>>-íViva don Bosco, nuestro rey!
>>Y fue aquello de decir y hacer. Los muchachos
más altos y más fuertes levantaron con gala y
bizarría sobre sus hombros a don Bosco y lo
pasearon triunfalmente por el patio, mientras
nosotros siguiéndoles, cantábamos la canción
aprendida aquellas días:
<>
>>con inmenso gozo de nuestra parte, y quizá de
la suya. Los mismo hacían los pueblos antiguos
cuando elegían a uno de sus valientes y lo
levantaban por caudillo sobre el pavés. íSí, don
Bosco podía muy bien ser nuestro caudillo, nuestro
rey! Don Bosco nos daba con sus normas verdaderas
reglas de oro, que sirven para todos, pero que son
más a propósito para la juventud, y que es bueno
recordarlas. He aquí algunas:
((**It4.439**))
>>-Hacedlo todo hoy de modo que no tengáis que
avergonzaros mañana.
>>-No dejéis para mañana el bien que podéis
hacer hoy, porque, a lo mejor, no tendréis tiempo.
>>-Hagamos las cosas para estar bien en este
mundo y en el otro.
>>-Sed lentos en juzgar.
>>->>Deseáis que vuestro compañero os aprecie?
Pensad siempre bien de todos, estad dispuestos a
ayudar a vuestro prójimo y seréis felices.
>>Después de las funciones de iglesia se
entretenía con todos los muchachos, de diferente
edad, costumbres, condición y educación, llenos de
vida y absorbidos por su juegos, observaba la
índole de cada uno, les dirigía una palabra
individual, una palabra querida, una palabra que
consolaba, que nos daba alegría y parecía que
leyese dentro de nuestro corazón. Cada uno de
nosotros decía para sí: ícómo nos quiere don
Bosco!
>>Ah, sí, don Bosco quería a todos... íQué
hermoso resulta volver con el pensamiento a
aquellos nuestros años juveniles!>>.
<(**Es4.338**))
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