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de lo establecido hasta el sábado señalado, esto
es, el primer sábado del mes de mayo.
Jesús y María, haced santos a todos los
apuntados en esta pequeña hoja.
El motivo no manifestado de estas plegarias era
el poder dar vida a la Pía Sociedad Salesiana. Y
fueron perseverantes cumplidores de lo que don
Bosco les había aconsejado; persuadidos de que
ello les haría un gran bien.
Mientras tanto, los trabajos de la iglesia de
San Francisco se realizaron con tal actividad, que
en el mes de junio de 1852 estaba ésta terminada.
El doctor Francisco Vallauri, su esposa y su
dignísimo hijo don Pedro pagaron el altar mayor.
El comendador José Dupré hizo embellecer la
capilla de la izquierda, según se entra, dedicada
a San Luis Gonzaga, y pagó un altar de mármol. Los
nobles esposos, marqueses Domingo y María Fassati,
se sumaron para pagar los gastos del segundo altar
lateral en honor de la Santísima ((**It4.430**)) Virgen
y lo adornaron con una hermosa estatua de Nuestra
Señora. El señor Miguel Scanagatti regaló
elegantes candelabros; don José Cafasso pagó el
púlpito; otro bienhechor, el coro, dotado después
con un pequeño órgano. En fin, si es verdad que
don Bosco desplegó en aquella ocasión una gran
actividad y un celo extraordinario, también lo es
que la piedad cristiana, o mejor dicho, la Divina
Providencia le prestó siempre su valiosísimo
apoyo.
El 7 de abril había concedido a don Bosco el
Provicario General Celestino Fissore la facultad
para bendecir un sagrario nuevo para servicio de
los Oratorios, y el domingo 22 de mayo por la
tarde el reverendo señor Gattino, párroco de San
Simón y San Judas, bendijo la nueva campana,
colocada en el campanario construido al lado de la
iglesia de San Francisco de Sales.
También ésta tenía que ser bendecida, y don
Bosco deseaba que algún Prelado realizase la
ceremonia con toda la solemnidad. Dirigióse
primero al Arzobispo de Vercelli, y después al
Obispo de Ivrea, con el cual ya había tratado para
su proyecto de publicación de libros populares.
Pero ninguno de los dos pudo asistir, por las
razones que se leen en sus cartas.
Muy Reverendo e Ilustre Señor:
Con mucho gusto habría querido acudir para
satisfacción de V. S. M. R., a cuyo celo debe esta
Capital el nuevo Oratorio de San
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