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mes y medio le hizo sentarse a su mesa con
frecuencia; hablaba con él de sus vastos proyectos
para la educación de la juventud, pues veía que el
pobre emigrado no había podido todavía, en el
curso de su agitada existencia, liberarse
completamente de la influencia de su cristiana
educación primitiva. Crispi tenía alquilada una
pequeña habitación junto a nuestra Señora de la
Consolación, y don Bosco solía encargar al señor
Bargetti de Castelnuovo, que le llevara la comida.
Diole además dinero, y un día, al ver que sus
zapatos estaban ya gastados, encargó al zapatero
que le llevase, como regalo suyo, un par nuevo.
Crispi se confesó con don Bosco y pasaba muchas
fiestas en su compañía. Tuvo así ocasión de
estudiar los milagros que acompañan a la fe y a la
caridad cristiana, experimentando él mismo sus
beneficios, que nunca olvidó, aunque durante
largos años no pareciera acordarse de ello.
Cuando, cambiadas las cosas, volvió a Turín y se
alojó en una noble vivienda, fue a visitarle para
congratularse con él una señora que le había
socorrido en los momentos de desgracia, pero no
quiso reconocerla. Don ((**It4.420**)) Bosco,
sin embargo, no se le presentó: era un perfecto
conocedor y apreciador de los hombres.
Un tal M... fue también acogido por don Bosco
en el Oratorio, mientras anduvo falto de lo
necesario. Pero hay gente que no cambia de
costumbres, porque su corazón endurecido no es
sensible a las saludables influencias de la
religión. M..., pues, mostró al jovencito
Francesia un librito de memorias de su vida, en el
que se describían escenas eróticas poco
honorables. Francesia dio cuenta de ello a don
Bosco, el cual determinó inmediatamente apartarlo
de los muchachos. Sin embargo no tuvo valor para
ponerlo de patitas en la calle, y lo trasladó, en
el 1853, a dos habitaciones que tenía alquiladas
en La Jardinera. Era él un sectario, que más tarde
alcanzó un lucrativo empleo como escritor en
L'Opinione. Pesaban también sobre él graves
sospechas de ser un espía. Estaba un día en
compañía de un amigo, cuando se encontró con
Francesia, ya clérigo, y, con cierto aire de
importancia, dijo al otro:
-íAquí tienes una de las futuras esperanzas de
la patria!
Tal vez había intentado con el librito de sus
memorias comenzar una educación patriótica. Pero,
quitado el escándalo, don Bosco seguía haciendo su
caridad por amor de Nuestro Señor Jesucristo.
A estos tres va unido un cuarto. Lo escribe así
nuestro hermano sacerdote Caimo. <(**Es4.324**))
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