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((**Es4.324**) mes y medio le hizo sentarse a su mesa con frecuencia; hablaba con él de sus vastos proyectos para la educación de la juventud, pues veía que el pobre emigrado no había podido todavía, en el curso de su agitada existencia, liberarse completamente de la influencia de su cristiana educación primitiva. Crispi tenía alquilada una pequeña habitación junto a nuestra Señora de la Consolación, y don Bosco solía encargar al señor Bargetti de Castelnuovo, que le llevara la comida. Diole además dinero, y un día, al ver que sus zapatos estaban ya gastados, encargó al zapatero que le llevase, como regalo suyo, un par nuevo. Crispi se confesó con don Bosco y pasaba muchas fiestas en su compañía. Tuvo así ocasión de estudiar los milagros que acompañan a la fe y a la caridad cristiana, experimentando él mismo sus beneficios, que nunca olvidó, aunque durante largos años no pareciera acordarse de ello. Cuando, cambiadas las cosas, volvió a Turín y se alojó en una noble vivienda, fue a visitarle para congratularse con él una señora que le había socorrido en los momentos de desgracia, pero no quiso reconocerla. Don ((**It4.420**)) Bosco, sin embargo, no se le presentó: era un perfecto conocedor y apreciador de los hombres. Un tal M... fue también acogido por don Bosco en el Oratorio, mientras anduvo falto de lo necesario. Pero hay gente que no cambia de costumbres, porque su corazón endurecido no es sensible a las saludables influencias de la religión. M..., pues, mostró al jovencito Francesia un librito de memorias de su vida, en el que se describían escenas eróticas poco honorables. Francesia dio cuenta de ello a don Bosco, el cual determinó inmediatamente apartarlo de los muchachos. Sin embargo no tuvo valor para ponerlo de patitas en la calle, y lo trasladó, en el 1853, a dos habitaciones que tenía alquiladas en La Jardinera. Era él un sectario, que más tarde alcanzó un lucrativo empleo como escritor en L'Opinione. Pesaban también sobre él graves sospechas de ser un espía. Estaba un día en compañía de un amigo, cuando se encontró con Francesia, ya clérigo, y, con cierto aire de importancia, dijo al otro: -íAquí tienes una de las futuras esperanzas de la patria! Tal vez había intentado con el librito de sus memorias comenzar una educación patriótica. Pero, quitado el escándalo, don Bosco seguía haciendo su caridad por amor de Nuestro Señor Jesucristo. A estos tres va unido un cuarto. Lo escribe así nuestro hermano sacerdote Caimo. <(**Es4.324**))
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