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((**Es4.323**) hasta aquel punto a una partida de pajaritos. Don Bosco había oído hablar de ello, por lo que, mientras recogía muchachos para llevarlos al Oratorio de Puerta Nueva, al pasar por la plaza de San Carlos se detuvo un poco para contemplar la habilidad de aquel notario. Sucedió entonces algo extraño. Mientras los canarios huían cuando algún espectador se acercaba demasiado, no se espantaron al acercárseles don Bosco, sino que volaron sobre sus hombros, sobre sus brazos y sus manos, y se dejaron acariciar por él. No tardó don Bosco en trabar amistar con el canaricultor, haciendo que le contara cómo se las arreglaba para amaestrar a los pájaros, las pruebas hechas con diferentes especies y particularmente el éxito alcanzado con los canarios, que siguieron mejor que los demás su amaestramiento. Era ése el arte de don Bosco para ganarse a las personas: seguirles la corriente. El notario fue muchas veces a Valdocco, y don Bosco le invitó a cumplir con Pascua y a enviar al Oratorio festivo a un hijito suyo que le había acompañado en el destierro. Estaba contentísimo de su resultado en aquel trabajo y de la amistad con don Bosco, pero vino a enlutarlo la malicia y la envidia. Una mañana se encontró con todos sus canarios muertos asfixiados en la jaula, en la que un malvado había introducido una densa humareda de tabaco. Don Bosco quiso tomar sobre sí parte de los gastos para el sostenimiento del hijo del pobre desgraciado, y el chiquito, llegado al Oratorio, decía a don Bosco: -íHabía trabajado tanto mi padre para amaestrar a aquellos pájaros! íCuánto ha sufrido con esta malvada acción! ((**It4.419**)) El segundo emigrado favorecido por don Bosco fue uno cuya fama correría luego por todo el mundo 1. D'Azeglio y Cavour no tenían todavía en el 1852 la delicadeza que, meses más tarde, mostraron con los emigrados políticos. Habían propuesto a Francisco Crispi que escribiera en el Risorgimento, órgano oficioso moderado, tan moderado que contaba entre sus abonados un buen número de católicos sinceros; pero Crispi se opuso altivamente. Así que, habiendo pedido más tarde el puesto de secretario municipal en Verolengo, no le fue concedido. Le tocó entonces a Crispi conocer la miseria. Un día, en Turín, se paró para contemplar el paso de un grupo de muchachos acompañados por don Bosco, el cual al advertir los rasgos de sufrimiento de aquel observador y comprendiendo que padecía hambre, le invitó a su casa y le dio de comer. Durante 1 Se refiere a Francisco Crispi ( 1819 -1901 ), gran estadista italiano, que fue socorrido por don Bosco en 1852. (N. del T.). (**Es4.323**))
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