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más terrible, que parecía inminente, muchos
habitantes de las casas más o menos próximas y
hasta algunos enfermos, que apenas si podían
tenerse en pie, fueron llevados a un campo junto
al Oratorio, casi frente a la iglesia en
construcción. Allí se reflexionaba sobre el poder,
la justicia y la misericordia de Dios; allí había
unos que pedían perdón, otros que prometían
cambiar de vida y otros que se encomendaban a
todos los santos del cielo. Todos manifestaban
gran confianza en el valioso patrocinio de la
Virgen María; recordaban los antiguos favores por
Ella concedidos a la ciudad de Turín, la invocaban
en aquel terrible caso, rezaban el santo rosario y
lanzaban al aire sus loas.
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Resultaba hermoso considerar que en aquel campo se
levantó más tarde la Basílica de María
Auxiliadora, a la que siguen acudiendo los
afligidos y atribulados de todas partes en busca
de ayuda y consuelo, y son escuchados.
En el entretanto, vuelto don Bosco del lugar
del desastre, acogía en su casa y animaba a muchos
jovencitos de otros centros que, llenos de terror,
fueron allí a refugiarse. Durante horas y horas se
oía el rumor de los carros que llevaban a otras
partes los barriles de pólvora. Después de la
puesta del sol, llamó don Bosco junto a sí a los
internos, temerosos de un nuevo desastre durante
la noche, y antes de ir a dormir, les exhortó a
que fueran buenos, estuvieran tranquilos y
confiasen en Dios. Les dio tales razones que los
dejó totalmente tranquilos.
La estampa de María Inmaculada con la
inscripción Auxilium Christianorum, ora pro nobis,
que tenía en su habitación y que nosotros
guardamos como un tesoro, nos demuestra el motivo
de su segura confianza.
En efecto, como recuerdo de la gracia hizo
imprimir en la litografía Doyen cinco mil
ejemplares de una hermosa estampa, que distribuyó
después a los muchachos a fines de junio. Figura
en ella, como fondo, la ciudad de Turín y el
polvorín en llamas. En lo alto, está Nuestra
Señora de la Consolación, entre nubes y ángeles, y
se ve su santuario entre el caserío. Delante hay
unos muchachos de rodillas y en pie, con las manos
juntas o extendidas a María, y un sacerdote que le
señala con la mano derecha, mientras apoya la
izquierda sobre el hombro de un niño, que
contempla extasiado a la Virgen. Se leen dos
inscripciones.
ARRIBA DE LA IMAGEN: Acudid a María en los
peligros y necesidades.
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