Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es4.306**) de sus ventanas se hicieron añicos juntamente con los marcos desvencijados y apedazados; por toda la calle Dora Grossa y otras de la ciudad, a más de un kilómetro, no quedó un cristal intacto en las ventanas; en el atrio mencionado cayó una lluvia de proyectiles de toda suerte: ladrillos, piedras, hierros y maderas. Los altos y pesados armarios, que allí cerca estaban, vinieron al suelo en un instante. A la parte opuesta, esto es, detrás del cuadro, la fortísima puerta de nogal, que da paso a la calle, cerrada con una gruesa cadena de hierro, se abrió en dos destrozando la misma cadena, y se rompió el ángulo de la pared, en la cual ((**It4.396**)) estaba colgado el cuadro de la Virgen... Y algo admirable. El cuadro entero, con su cristal y con todos sus adornos, siguió inmóvil. Parecía que la hermosa imagen de María, con amable aspecto, dijese a todos sus hijos espantados: Ego sum, nolite timere: aquí estoy yo, vuestra Madre, no temáis, seré vuestro escudo, vuestra defensa. Un señor que, pocas horas después, entraba por aquel atrio, procedente del interior de la ciudad, al contemplar todavía intacto el cristal ante la imagen de María, cuando no se veía uno solo en las casas y se caminaba por las calles sobre vidrios, sintió un misterioso escalofrío por todo su cuerpo, y, lleno el corazón de inmensa alegría, se echó a llorar como un niño. Ninguno alcanzó a explicar con las leyes de la física, por más que se afanara en ello, todo este conjunto de sucesos, por lo que fue necesario, y aún lo es, acogerse a la mano poderosa del Señor y a la protección de su divina Madre, que de esta forma demostraba que velaba por la suerte de Turín. Pero hay un hecho que resplandece por encima de todos los demás y que hace palpar el patrocinio de María Santísima en aquel día espantoso: es el que vamos a exponer con las mismas palabras del jamás bastante llorado monseñor Luis Anglesio, a la sazón Superior del portentoso instituto del Cottolengo desde hacía diez años. <((**It4.397**)) esta columna y el techo se había levantado otra columna de arcilla dura (terracota), una de las que habían servido para uso de las estufas, y sobre esta columna se apoyaba una estatua de la Inmaculada de un metro de alta, hueca, (**Es4.306**))
<Anterior: 4. 305><Siguiente: 4. 307>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com